... ¿me encontraré con Gerard Butler? Mira, por él hasta me pensaría el quedarme a vivir en medio de la nada, aislada de la más elemental civilización, sin relacionarme con amigos y familia, y comiendo gusanos. Todo eso, quizá, podría aguantarlo si este señor, si este hombre de los pies a la cabeza, tan viril y tan moreno, me esperarse en semejantes playas vírgenes. Pero, ¿soportar a la niña? ¿Tener que cargar con ella por el resto de mi vida? Uy, no, eso sí que hay que pensárselo.

Porque vaya birria de Nim. A ver, el prototipo de «sabiondo» y «pedante» se ha visto mal de toda la vida; niños que quieren ser más de lo que son, que se creen muy mayores y que van por libre, presumiendo de lo que sea que creen que pueden presumir. Así es Nim: una salvaje insoportable que ni da las gracias, ni muestra respeto ni se porta como una niña sensible. Caen mejor, faltaría más, los lagartos, focas y pelícanos que la rodean: ellos sí tiene encanto. Además, que esta repelente se quiera apropiar de la isla porque sí, es para desear que en una de sus idiotas escaladas se caiga por el barranco. ¡Qué mala me hace ser a veces el Cine!

«La isla de Nim» empieza de la peor manera posible y, cuando crees que ya nada puede ir a peor, realmente no va. Se agradece la presencia de Jodie Foster con un personaje que pone la nota cómica que hace digerible la película, que no aceptable. Gerard Butler está muy guapo (esto ya lo he dicho, ¿no?), ya sea con look ibicenco, como con look explorador, si bien me quedo con este último y esas botas y chaquetas de cuero. Su personaje, Jack, ese padre a quien compadezco por semejante hija, es bastante simple, por no decir bobo. Vaya lata con el «protozoo. En fin.

Quizá a los niños les guste... Quizá, ¿eh?