Yo siempre lo he dicho y lo mantengo: que soy una antigua de cuidado. Claro que tendría que preguntarme si mi apego a lo viejo es por testarudez y nuevos prejuicios, o simplemente por mera coincidencia, en la que me gusta no porque sea antiguo, sino porque es bueno. Así, a mi las marionetas y el estilo de Jim Henson me encantan, y lo prefiero sin dudar a esas monstruosidades animadas por ordenador.

Del taller de Henson salió «Cristal oscuro», cuento tenebroso y sombrío pero lleno de magia y espiritualidad, palabras que parecen difíciles de conseguir, y de hecho lo son. Hoy en día, como se ha desterrado la magia y el espíritu de la cultura para niños, se nos olvida a veces lo que es y en qué consiste. La magia de «Cristal oscuro» empieza ya con la maravillosa introducción narrada que nos sitúa en la historia, fórmula indeleble que requiere de saber escribir, saber hablar y saber contar, y continúa a través de la preciosa música compuesta por Trevor Jones. El ambiente de fantasía, magia y espiritualidad fluye por los pensamientos del Gelfing Jen, en los cuerpos de los Místicos, en las apariencias siniestras de los Urskeks, en ese cristal oscurecido que tiene que recomponerse, y me atrevería a decir que incluso se respira en el aire.

No creo que los niños se aburran a pesar de su parsimonia y su tranquilidad, sin acelerarse, precipitarse o parlotear a cada minuto. El poder de fascinación irracional es mucho más fuerte que la abundancia de acción. Sin embargo, hay que reconocer que la película tiene un guión algo desigual, con escenas que parecen añadidos para rellenar minutos; carente de sentido del humor y alegría, que hubiera venido bien para relajar los ánimos, y con acción que, queriendo ser seria, resulta poco lúcida, como esos saltos ilógicos que pegan los personajes. También voy a decir que algunas de estar criaturas no es que sean lo más bonito que ha ideado Henson, si bien siempre son simpáticas.

Se necesitan películas como esta. ¿Acaso no sería un verdadero revulsivo para el Cine?