No voy a explicar por qué me he tenido que tragar la saga de «The Mechanic». El caso es que la he visto y, bueno, al menos he sobrevivido a la matanza.

Jason Statham tiene testosterona pero es que, de verdad, todos sus personajes son un muermo. No sonríe, no simpatiza, no hace una mueca, no cambia la expresión de tipo mega duro al que, por supuesto, nadie le despeina (no, no es una maldad); tampoco sangra, tampoco suda. ¿Es una máquina? ¿Un robot? ¿Este hombre existe? Esta clase de héroe se pasa de competente, de experto en todo, de infalible y de suertudo, porque vaya suerte tiene siempre en cualquier plan que hace. No importa que tenga que matar a un preso en una cárcel perdida de Asia o a un traficante en su mansión de máxima seguridad; que él hace unos cálculos matemáticos, mira unas fotos y ya está, en cuestión de horas ya tiene el plan perfecto. Madre, si es que todos los asesinos profesionales de la historia del cine quedan en matillas comparados con Arthur Bishop. Bueno, vale, me diréis que no sea tan criticona que esto es acción y la acción se toma sus licencias... No, no vale. No vale porque la figura del héroe tiene que fascinarte, tienes que creértelo; si no, pasa a la categoría de chulo sin carisma que no te proporciona ningún momento de tensión ni de ilusión.

En «Mechanic: Resurrection» Arthur ha desaparecido, pero un antiguo conocido le encontrará para hacerle un encargo que prometo que no sé por qué Arthur no quiere aceptar. No entiendo esta manía de escapar cuando ¿no se dedica a matar? ¿A qué vienen sus escrúpulos? Ante estas dificultades, el malo elaborará un plan maquiavélico y sobre todo imprevisible, ¿eh?, en el que entrará en juego la guapa Jessica Alba. El resto es una concatenación de asesinatos ultra planeados con una acción-fantasma del montón y donde Tommy Lee Jones aparece unos cuantos minutos. No nos engañen con el reparto, señores.

Aburrida. La gente en la sala miraba mucho el móvil, así que imaginad.