Comedia de acción resultona, tontísima y, tal y como se esperaba, mala. Sí, es mala. Pero no tan mala como para que no pueda entretener lo justo y te haga pasar el rato.

Mi principal interés, lo admito, era Tom Cruise, quien tarda alrededor de veinte minutos en quitarse la camisa y enseñar musculatura. Quiero recordar que ha entrado ya en la categoría de cincuentón y, sin embargo, sigue haciendo suspirar a cualquier mujer que se le ponga enfrente. Este hombre no pierde el atractivo ni con esas arruguitas que se le forman en los ojos; y que las siga teniendo, por favor, que no recurra a la cirugía para plastificarse el rostro, que la belleza no necesita arreglos, que el encanto no envejece, y de ahí que Tom Cruise sea eternamente joven.

La trama se sigue con facilidad y va manteniendo el tipo incluso y a pesar de la parada en Sevilla, donde, según los americanos, celebramos los San Fermines. Me pregunto la cara que pondría Jordi Mollá al leer el guión; en serio, tuvo que ser la repera. Un poco antes de ese momentazo cinematográfico en el que Tom Cruise recorre las calles sevillanas en moto y sin casco, la película ha decaído bastante por el protagonismo excesivo que toma la chica, June, una insufrible, chillona, alocada, estúpida, plomiza, traidora y chulesca mujer de la que veo bastante imposible enamorarse. Que poco carisma, de verdad.

Ciertamente, no merece el aprobado, pero seguro que con Tom Cruise te lo pasas en grande y te ríes con algunas de las bromas que llenan la historia; yo me reí bastante con lo del coche y la grúa. Absurdo, sí, pero también ingenioso.