Puede que estemos ante la mejor película de superhéroes hasta la fecha. ¿Es mucho atrevimiento? Quién sabe. Después del hartazgo de Nolan y lo inadecuado del Amazing, encontrarse con el Spider-Man de Sam Raimi es una bocanada de aire no intoxicado. Todo un referente para el género del cómic.

Porque Raimi sí consigue lo que otros no han logrado: combinar con éxito el realismo y lo fantástico. Con Raimi nos creemos que un hombre pueda ser picado por una araña mutante y volverse super poderoso; no se esfuerza en darle más explicaciones, no le busca la lógica imposible, sino que lo plantea como un hecho, a través de apenas unos datos científicos en relación a un experimento genético. Lo aceptamos, nos lo creemos. Sobre esto, construye el drama, la épica del poder bajo el yugo de la responsabilidad y la leyenda del amor eterno, personificado en Peter y Mary Jane. Su amor tiene mucho de idealista, de sentimiento superior que les engrandece y les expande hacia lo mejor de ellos mismos. Esto tiene una valía incalculable. Preciosa declaración de amor que emociona hasta las lágrimas con unos actores, Maguire y Dunst, que lo clavan, y un sensible mirarse en el otro y reconocerse por instinto. Entre ella y el mundo, creo que Spiderman elegiría salvarla a ella. «Mi relato gira en torno a una chica. Esta chica». Luego, el resto de la vida.

En esa vida Peter Parker es un huérfano que vive con sus tíos, de los que aprenderá una lección que guiará su existencia; no es muy popular en el instituto y es amigo de Harry Osborn, con quien mantiene un vínculo de hermanos que resiste desamores, diferencias sociales y hasta traiciones. Grandiosa amistad. Willem Dafoe y su Norman Osborn es un hito en el mundo de los villanos, y Harry Osborn se configura como un atractivo personaje oscuro con el destino marcado, sin que lo sepa. James Franco sólo tiene que mantener el aire abstraído para que comprendamos su odisea, apenas iniciada. Vaya escena toda la del cementerio. Cuánto amor y dolor se respira.

Los efectos especiales, que imaginaba anticuados, aparecen de lo más propicios, aunque lo que más me gusta no son las cabriolas entre edificios sino las peleas de Spiderman, asombrosamente lúcidas, flexibles, inteligentes y coreografiadas. La lucha con el Duende Verde es estupenda; un superhéroe herido siempre será más heroico.

El camino del héroe se abre solitario y sufrido. Ánimo, Parker.