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Voto de Jark Prongo:
9
Drama. Comedia Producida por George Harrison, es una película independiente británica que narra la vida de dos jóvenes actores en Londres durante un invierno frío y desalentador. (FILMAFFINITY)
28 de julio de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mayor logro vital de George Harrison no reside en haber sido el más válido de los Beatles, qué va. Está en haber fundado la productora HandMade Films con el fin de sacar adelante La Vida De Brian y, casi todavía mejor, en dar luz verde a que Bruce Robinson filmase el guión de una novela que jamás publicó, Withnail y Yo. Un texto basado en su convivencia durante los años sesenta con Vivian MacKerrell, sosías en el plano real del Withnail del texto -y el film- al que Robinson atribuye una sed pantagruélica por el alcohol. Un actor fracasado –su máximo logro fue aparecer en un film de horror con Marianne Faithfull, la cochambrosa Ghost Story- al que, por lo que narra Bruce en el prólogo del guión en su edición impresa, tuvo que ser todo un show conocer; las anécdotas que Bruce cuenta de Vivian son las propias de alguien irrepetible y con un magnetismo inigualable, una suerte de diletante del dudoso arte de ser él mismo, único campo en el que destacaba según el director. Una máquina de soltar aforismos mierders e iluminadores a partes iguales que gustaba de irse a ver los lobos a Regent Park tras mamarse gratis en reuniones del partido conservador o donde fuere. Sin tener una ideología definida ni nada, solo por el mero hecho de poder beber gratis.

Withnail y Yo es una tragedia. Una tragedia griega -aunque no beba de Eurípides-, pues sobre Withnail y Marlow (que así se llama el alter ego de Bruce) pende durante todo el film la sospecha de que son algo más que amigos condenados a compartir cuchitril. Que se petan el culo, vaya. Sucede casi siempre que lo trágico deriva en cómico, y aquí eso es constante. A ello ayuda el carácter afectado de Withnail, siempre soltando soliloquios a lo que él piensa que es una platea y no es más que la inmundicia que le rodea. Un bigardo vestido a la moda de dos siglos antes que su línea temporal que ya es inseparable del físico y amaneramientos de Richard E. Grant; un dandy que construye las frases de una manera tan redicha que tiene siempre a punto del colapso nervioso a Paul McGann, el sufrido compañero. Ambos terminarán por decidir cogerse unas pequeñas vacaciones de esa mugre que es su vida en Camden Town, donde la única visita que reciben es la de su camello y la única labor de interés diaria que pueden acometer es ir al pub a ponerse ciegos mientras evitan que les den palizas día sí día también por su innegable aspecto homosexual. Y en el campo, ya en la cabaña de prestado que les cede un familar de Withnail, las cosas no irán mucho mejor: ni allí ni en la ciudad encajan: son dos seres que chocan contra todos, incluyendo el entorno que habiten.

Cada escena humorística encierra una pequeña tragedia, decíamos. El tío Monty – personaje parodia del director Franco Zafirelli, que entró en la vida real a Bruce Robinson buscando hacerle un Neil LaBute- deja a Withnail por un individuo mesurado de tan pomposo y locaza que es, sí, pero cuando reímos en sus continuos intentos de seducción a Marlow pasamos poco después a ver la triste estampa de un hombre ya otoñal rechazado de forma sistemática. Los conflictos de la urbanita pareja con la gallina y el toro son el jolgorio máximo, hilarantes en grado sumo, aunque encierran la inutilidad manifiesta para cualquier tarea elemental de dos individuos maduros y en teoría preparados casi por naturaleza y de forma innata por el mero hecho de ser personas. Y la visita de la pareja basura a la cafetería de ancianos donde Withnail se pone a bramar frase brillante tras consigna memorable encierra la doble ruptura de las separaciones clasistas todavía imperantes en UK – pese a estar en las postrimerías de ese swinging London y por ese ser la gente anciana ajena a toda liberación de prejuicios- y el rechazo a todo aquel ajeno a una comunidad cerrada, aunque venga de un barrio a veinte kilómetros de distancia a lo sumo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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