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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
7
Thriller. Intriga. Drama Justin Quayle (Fiennes) es un diplomático británico destinado en Kenya cuya mujer es asesinada junto a un hombre sospechoso de ser su amante, un activista defensor de los derechos humanos de la región. Quayle decide entonces investigar los asesinatos, y comienza a descubrir mucho más de lo que esperaba... (FILMAFFINITY)
7 de diciembre de 2008
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La espontaneidad y naturalidad de Rachel Weisz logran que construya un papel digno de elogio, donde la incómoda presencia de una muchacha que, allí donde va, crea discordia, es capaz de vislumbrarse como algo tierno y dulce en cada ocasión que comparte cuadro con el personaje de Fiennes, y es que "El jardinero fiel" más allá de sus vicisitudes críticas, es un bello romance sobre dos personas que, en un momento determinado, se encuentran, se comprenden y logran establecer una conexión tan madura como interesante. Porque aunque Tessa sea una de esas mujeres imprevisibles que nunca sabes por donde van a salir, entre ellos se trenza una relación construida en base al respeto mutuo y a la afinidad que promueve esa conjunción de características tan peculiares.

Su montaje es una de las mejores bazas de las que consta, haciendo de las imágenes que componen el film un torrente de atracción visual que en ningún momento desentona con el resto de elementos y, a la par, narra esa historia que podría haber resultado tan densa, ya no sólo por sus elementos dramáticos, sino por la parte donde se torna una investigación más o menos rutinaria y se enfoca más bien hacía el thriller, con buen ritmo y unas formas que focalizan la atención del espectador constantemente en lo que se está contando.

El único pero es que su resolución, por un lado bella, puede resultar por el otro ingenua, debido al hecho de querer dejar todas las subtramas cerradas y ofrecer un resultado más complaciente para el espectador medio, pero de todos modos, se le perdona por las grandes interpretaciones que en ella se hallan (ya no sólo las de una fenomenal Weisz que arrasa con todo, o de un contundente Fiennes, sino también la de un talento infravalorado como Koundé, o la pergeñada por el magnífico Bill Nighy) y la manera de lograr que un relato que, de otro modo, se hubiese quedado en la parte más epidérmica, otorgue un abanico de posibilidades mucho más grande, y termine funcionando con esa conclusión tan bien urdida como cargada de tintes emotivos.
Grandine
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