¡Qué lástima! No me cansaré de decirlo. Una película de este fenómeno llamado Edward G. Robinson sin apenas votaciones y sin una sola crítica, y... cualquier bazofia de película moderna con 50.000 votos y decenas de críticas. ¡Perra vida esta!, encumbrando mediocres y ninguneando a los más grandes. Y si Robinson llega a la excelencia en casi todas sus interpretaciones, el director Archie Mayo logró también un altísimo nivel en "La senda del crimen" (1930), "El bosque petrificado" (1936), "Black Legion" (1936), "Tiburones de acero" (1943), alcanzando, según mi humilde opinión, la perfección, en esa oda al romanticismo que es "Moontide" (1942).
En "El hombre de las dos caras" el fenómeno de origen rumano nos asombrará, ¡cómo no!, con un doble papel (curiosamente, un año después, hará lo mismo en la espléndida "Pasaporte a la fama" del gran John Ford). Se enfrenta a otro magnífico actor que borda los papeles de malo rastrero y odioso: Louis Calhern. Mayo le concede un papel protagonista y, Calhern, eterno secundario, no lo desperdicia en absoluto. Es el cara a cara entre estos dos actores la clave para el buen funcionamiento de la película. Sin obviar, por supuesto, la ágil dirección de Mayo, la originalidad del guión y la alegre frescura de Mae Clarke.