En la vieja tradición de los religiosos amorosos y los más desvalidos niños. Y en la no menos honrosa y honorable de los luchadores con mucha voluntad de poder, buenos sentimientos, dificultades leoninas, rivales miserables y un volcán en el corazón. Súmale México (no creo que sea el caso para rasgarse las vestiduras imperialistas, es solo una comedia blanca y boba, es bueno descansar un rato), que siempre es un plus, y ya lo tienes. Una parodia cariñosa de todo lo dicho; en tono menor, en voz baja; tierna e infantil; entre dos extremos, en medio de ninguna parte, sola y aterida (de calor, si fuera posible); entre los Farrelly y Disney, sin la casquería escatológica de los primeros y sin la convención formularia del segundo, equidistante de los dos puntos.
Canciones resultonas y humorosas, fotografía kitsch lograda, Jack Black (casi) siempre querible y el fabuloso niño gordo partiendo la pana. Y, por supuesto, el amor redentor, liberador y motivador. Con el trío de siempre: caballero Quijotesco, escudero Sancho Panzesco y enamorada Dulcinesca.
Algo así como juntar "Sister Act" con Joselito, "Karate Kid", "Rocky", Marisol y el Padre Flanagan. Una revoltijo feliz, como comando de superhéroes azucarados.
Lo único malo es que no tiene gracia ninguna y escaso interés; un humor elegante en su bizarra loa a los perdedores, pero inane, blando y rollizo; de tan distante, acaba siendo tedioso, mu tonto.
P.D.: Solo salvaría algún trozo de algún duelo, especialmente me quedaría con los Cavernícolas de Satán, que no sé muy bien por qué, pero me hicieron cierta gracia, desde su nombre hasta sus andares, modos y maneras; sería seguramente por ese ímpetu frenético, oligofrénico, tan majadero como digno de mejor causa.