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Voto de Ferdydurke:
2
7,7
23.487
Intriga. Romance. Thriller. Comedia
Tras pasar unas vacaciones en una estación de esquí donde ha conocido a Peter Joshua (Cary Grant), Reggie Lampert (Audrey Hepburn) va a pedir el divorcio a su marido. Pero cuando llega a París descubre que éste ha sido asesinado y su apartamento está vacío. En la embajada americana le informan de que su marido, junto a otros cómplices, habían robado un cuarto de millón de dólares al gobierno de los Estados Unidos. El dinero ha ... [+]
9 de noviembre de 2021
3 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza como una comedia elegante, inteligente y sofisticada, falsa alarma, que al de poco se transforma en un suma y sigue absurdo y ridículo, bastante soporífero, hasta el infinito, de incongruencias, disparates, majaderías e idioteces que se intentan explicar constantemente a través de, si cabe, más bobadas, engendros, aberraciones, horrores y miserias que tienen la lógica y el sentido de una bomba atómica justo en el momento en el que nos explota en toda la cara y nos lleva a todos por delante a dios gracias. Y lo malo es que parece que se lo toman medio en serio, que no es apenas broma, que pretende ser de alto copete, no la birria que realmente despunta, que aburre a las ovejas, que te dan ganas de volverte/hacerte retrospectivamente, en diferido, del fórum filatélico.
Ella está preciosísima como siempre o acostumbra y él incómodo como también habitualmente cuando intentaba hacer de galán maduro, ese fantoche, como si su cuerpo fuera o estuviera por un sitio, ahí tirado, y su mente o cerebro justo por el contrario, de su alma no tenemos noticia por ahora, como si nada se lo creyera y le diera pereza disimular, bastante vergüenza ajena su personaje, esas cosas.
Es una nadería inflada y pretenciosa, una tremenda chorrada llena de ínfulas, es la caricatura y la parodia vestidas de alta moda, humor de tanatorio, ingenio congelado, complejidad de crucigrama/sudoku de los domingos añejos, un enredo botarate, un jeroglífico y su estropicio, un completo y bello desastre.
Si tratáramos de señalar todos los fallos tanto psicológicos como narrativos, vitales o de intriga, quizás ontológicos, discernir y aclarar la relación de los sinsentidos en los comportamientos y actitudes, acciones y reacciones de los personajes, no acabaríamos nunca, duraría mucho más ese vano intento que la propia película sin pausa repetida, estaríamos aquí hasta el día del juicio final, toda la eternidad, pero tal vez destacaría, por decir algo ameno, el garfio colgado del abismo como homenaje al Vértigo de Hitchcock, ese vacío, homenaje con tanto malsano cariño.
Ella está preciosísima como siempre o acostumbra y él incómodo como también habitualmente cuando intentaba hacer de galán maduro, ese fantoche, como si su cuerpo fuera o estuviera por un sitio, ahí tirado, y su mente o cerebro justo por el contrario, de su alma no tenemos noticia por ahora, como si nada se lo creyera y le diera pereza disimular, bastante vergüenza ajena su personaje, esas cosas.
Es una nadería inflada y pretenciosa, una tremenda chorrada llena de ínfulas, es la caricatura y la parodia vestidas de alta moda, humor de tanatorio, ingenio congelado, complejidad de crucigrama/sudoku de los domingos añejos, un enredo botarate, un jeroglífico y su estropicio, un completo y bello desastre.
Si tratáramos de señalar todos los fallos tanto psicológicos como narrativos, vitales o de intriga, quizás ontológicos, discernir y aclarar la relación de los sinsentidos en los comportamientos y actitudes, acciones y reacciones de los personajes, no acabaríamos nunca, duraría mucho más ese vano intento que la propia película sin pausa repetida, estaríamos aquí hasta el día del juicio final, toda la eternidad, pero tal vez destacaría, por decir algo ameno, el garfio colgado del abismo como homenaje al Vértigo de Hitchcock, ese vacío, homenaje con tanto malsano cariño.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Cary Grant es en verdad un marchante de arte y un pintor de brocha gorda y un cocainómano y un profeta y un proxeneta y un pederasta y un pagafantas y un militarote de carrera y un nómada y un hebreo y un fariseo y un profiterol y un saduceo y un putiferio y un falansterio y un mar de dudas que acecha.
Audrey Hepburn es una alcahueta y una mendiga y una prostituta y una diosa y una enana de crema y una princesa y una ninfa sordomuda satirizada y abierta en canal como una lechuga, una ensalada de remolachas, medusa.
George Kennedy es un gordo y grande y no tiene garfio, es atrezzo, es un nadador olímpico de entreguerras, es Johnny Weissmüller, un tragaldabas alpino, muy fino, grita, amor mío.
James Coburn es Willem Dafoe y Jim Carrey, la máscara, el hijo secreto de Lenin y Jesé y Jesse Owens y Sergio Leone.
El otro es Dustin Hoffman en Papillon.
El marido muerto es un saco de patatas, un peso inerte, un patíbulo, un bulto sospechoso, un tonto a las cuatro, John Cassavetes.
Walter Matthau es Jack Lemmon.
Stanley Donen es Billy Wilder.
Y el que esto escribe y que tanto os quiere ahora se despide comiendo fresas y chocolate, con más hambre que un maestro de escuela, con ganas de volver atrás en el tiempo para avisarles, a la extraña pareja, de que el malo es el policía del bigote y la nariz trepa que todo lo huele, ese es el asesino de todos, no otro, trampantojo, además a su vez del hermano del primer fiambre, el hijo de Grant y el tío de Audrey, el abuelo de Kennedy y el amante de Coburn y un dealer y la madre del más viejo, pero yo llego lamentablemente demasiado tarde como siempre y no estaban de parranda, ya los ha matado también a ellos, a todos, no ha dejado ni uno vivo, qué triste, viste.
Ella es como Jodie Foster con Robert De Niro en Taxi Driver, una abusadora, buscona, obsesa sexual, una arpía corruptora de señores maduros virginales e inocentes, solterones de oro avant la lettre, en este caso además una depravada gerontofílica, esa desviación nefanda.
Sospechoso habituales. El sueño del mono loco. Doce monos. True Detective. El quinteto de la muerte. No soy Stiller. El crack cero. Arsénico por compasión. El cero y el infinito. El hombre que fue jueves.
Audrey Hepburn es una alcahueta y una mendiga y una prostituta y una diosa y una enana de crema y una princesa y una ninfa sordomuda satirizada y abierta en canal como una lechuga, una ensalada de remolachas, medusa.
George Kennedy es un gordo y grande y no tiene garfio, es atrezzo, es un nadador olímpico de entreguerras, es Johnny Weissmüller, un tragaldabas alpino, muy fino, grita, amor mío.
James Coburn es Willem Dafoe y Jim Carrey, la máscara, el hijo secreto de Lenin y Jesé y Jesse Owens y Sergio Leone.
El otro es Dustin Hoffman en Papillon.
El marido muerto es un saco de patatas, un peso inerte, un patíbulo, un bulto sospechoso, un tonto a las cuatro, John Cassavetes.
Walter Matthau es Jack Lemmon.
Stanley Donen es Billy Wilder.
Y el que esto escribe y que tanto os quiere ahora se despide comiendo fresas y chocolate, con más hambre que un maestro de escuela, con ganas de volver atrás en el tiempo para avisarles, a la extraña pareja, de que el malo es el policía del bigote y la nariz trepa que todo lo huele, ese es el asesino de todos, no otro, trampantojo, además a su vez del hermano del primer fiambre, el hijo de Grant y el tío de Audrey, el abuelo de Kennedy y el amante de Coburn y un dealer y la madre del más viejo, pero yo llego lamentablemente demasiado tarde como siempre y no estaban de parranda, ya los ha matado también a ellos, a todos, no ha dejado ni uno vivo, qué triste, viste.
Ella es como Jodie Foster con Robert De Niro en Taxi Driver, una abusadora, buscona, obsesa sexual, una arpía corruptora de señores maduros virginales e inocentes, solterones de oro avant la lettre, en este caso además una depravada gerontofílica, esa desviación nefanda.
Sospechoso habituales. El sueño del mono loco. Doce monos. True Detective. El quinteto de la muerte. No soy Stiller. El crack cero. Arsénico por compasión. El cero y el infinito. El hombre que fue jueves.