Un rayo de sol y el excremento de un lagarto no son exactamente lo mismo, he dicho.
A ti no te ha visto nadie (siempre eres nueva, aurora, imagen, palabra).
El juez de la horca + Los vividores + Mad Max + El último héroe americano (no tan vivo).
Los setenta y la juerga, la comedia y las putas, qué buenas, qué ricas, el agua y la gasolina, jodienda. Fin de fiesta. Idolatría. Buffalo Bill ha muerto. No está ni se le espera. Aquí no vive ya.
No tiene demasiada gracia, pero es una feliz película, su humor es de brocha gorda, ni demasiado agrada encanta, pueril, ni tampoco molesta estorba, zascandil, su mirada no, es adulta, sabía, escéptica, jocunda, desmitificadora y sabrosa, jugosa, cariñosa cachonda sardónica vívida vividora, el inmoralista, clave bien temperada, encantadora, ardorosa, hada, chicha, calma.
No somos nada, del desierto arena, mota, josé y sus hermanos, y no importa, todo es un cuento, mito, mentira, cochina, que se pudran o jodan.
A pesar de ser tan cínica o libertaria es realmente confraternizadora, o tan satírica como generosa, tierna, terca, tímida, zumbona, boba, pudorosa, sensible, burda, bonita fea, cándida, inocente hermosa, santa, calurosa, delicada, canalla, crapulosa, compasiva, querible, amante amiga, calisto y melibea, la andaluza lozana.
Hacen una estupenda pareja, el pelele y la zorra (entrambos altos piropos), tanto en cuerpo como en lo otro, se merecen, que nada les falte. Y el tercero en discordia, el satánico cura, el fuego y la palabra, también la parte y qué decir de las dos típicas alimañas engendradas al calor del cine del padrecito Peckinpah, en su salsa, se cuecen, bajo sus senos, una plegaria, por cierto, qué talento qué invento qué cuerdo, cómo resuelve ese final tan previsible, anunciado (periclitado) y patético, con cuánta grandeza ingenio, leyenda, por eso, aunque no me gusten nada esos acelerones supuestamente cómicos durante todo el trayecto, cagarrutas de mosquito, bueno, le perdono, nadie es perfecto, ni siquiera el creador de todo esto.
El progreso que te quiere comer tus carnes morenas, en barrena, y tú mucho no te dejas. Los tres padrinos. Cruce de caminos. Encrucijada. De ambición pozos. El jinete eléctrico. Los Coen bebieron, se bañaron. Sam influyó mucho más de lo que se dice o comenta incluso, y no solo en la estilización comiquera de la violencia, en la viril del oeste épica guerrera, tenía un lado erótico festivo obsceno burlón esquinado glotón esquinado lujurioso recalcitrante retorcidamente humoroso que también le han copiado imitado lo suyo, a manos llenas, un huevo, él no lo inventó, nada, solo lo hizo más vivo nuevo por un corto espacio de tiempo.
Nada es demasiado importante ni vale mucho la pena ni duradero, todo vale una higa o pronto se acaba, el placer el tormento, (el último) suspiro, suspiria, no hay que llevarse las manos a la cabeza ni montar el número, drama, por tanto, acéptalo, juégalo, déjalo, o no, o todo lo contrario, todo es terrorífico y definitivo, que nos da lo mismo.
Todo es arbitrario y capricho, absurdo, tontiloco, de verano tinto, y eso es lo más gracioso, y lo más triste y penoso.
Vale, de acuerdo.
La canción está la mar de bonita, la que cantan ellos por supuesto, como una versión casera pedestre cercana de una de Leonard Cohen de esas de a dos voces, mujer y hombre, Robards (el mejor de todos) Stevens (majísima), qué más quieres.