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Voto de Ferdydurke:
4
7,2
5.176
Intriga. Drama
Irlanda del Norte, a comienzos de los años ochenta, Paul Sullivan y Ingrid Jessner, dos abogados norteamericanos que luchan en favor de los derechos humanos, se encuentran en Belfast investigando cuál es el trato que reciben los presos del IRA. Cuando reciben una información comprometedora para el Gobierno Thatcher, Paul es asesinado y, además, desaparece una cinta con información altamente secreta. El inspector que se encarga del caso, ... [+]
23 de septiembre de 2021
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ritos tribales. La cinta.
Tanto susto, unción e investigación para al final descubrir que los políticos son muy malos y las famosas cloacas del estado funcionan a todo trapo, sin descanso, de día y de noche, tanta seriedad y drama para una conclusión que cualquier hijo de vecino la lleva tatuada en la sangre desde que nace, una obviedad más grande que de Gibraltar el peñón.
Para ese triste viaje no se necesitaban unas alforjas tan aparatosas, valía con preguntar a cualquier fulano o mengano, mindundi o chisgarabís que anduviera pelando la pava por allí, todo ese trabajo cinematográfico tan fatigoso y costoso que te hubieras ahorrado de un sencillo plumazo, hermoso mío, majo.
Ahora, eso sí, todo con mucha tensión, orden y taxonomía, con clasificación, buenos, malos y esas cosas tan sabrosas y divinas, las que más solazan al inmenso personal; claridad, conocimiento, discernimiento y mucho descubrimiento arduo y peligroso en mundo tenebroso tras un discurrir la mar de proceloso.
Por un lado tenemos, cómo no, al mal absoluto en forma de extrema derecha Tatcheriana, qué mala, menuda bruja (las mujeres -no- al poder), con sus servicios secretos de ¿inteligencia? y fuerzas de seguridad o como se las quiera llamar al retortero; por el otro, más bien justo el contrario, a los abogados yanquis que luchan por los maltratados derechos humanos y se van por el mundo de misiones, a esparcir el bien y la belleza por doquier, bravo, hermanos, de Chile a Irlanda nada por el camino nos dejamos; un poco más al medio, siempre también gente muy buena, los laboristas izquierdistas británicos víctimas de tanta infame conspiración fascista, ese horroroso tinglado que han montado los otros tan malvados, ay; y ya por último el IRA que en principio parecía el protagonista de la película, pero que en verdad es casi solo el cebo, penosas comparsas, decorado, monigotes, fantasmas, gente del terruño que pasaba por allí, a los que han robado la tierra y no les queda más remedio que hincharse a matar para compensar, un mal necesario, para poderla recuperar/liberar, nativos pintureros/pinturescos en el fondo más bien majetes y tal vez hasta pacifistas de corazón y del todo, de mucho cancionero llenos y de tanta tortura receptores, sufrientes, repletos; pero el partido se juega en realidad en Inglaterra (el tablero político, la lucha de los hunos contra los jotros) y nada le importa, más allá de guiños, cariños y disimulos, en realidad irlanda al bueno de Loach, mera excusa, vulgar macguffin, trampa para lerdos.
Y todo contado a través de un policía, el inspector Kerrigan, que da la risa nada más verlo llegar con una ingenuidad y candor que serían dignos de ser analizados o contemplados en una autoescuela, como una novicia con presbicia. No, eso es imposible, dice, jajaja, me corto las venas, pardiez, para un rato después, si te he visto no me acuerdo, yo lo dejo, me muero, no me esperaba esto, no me lo creo, qué tremendo escándalo, qué increíble gatuperio, qué sorpresa tan inesperada, cuánto manejo feo, me meo, qué gran decepción y descojonación, y yo que creía que esas cosas en mi santa patria no pasaban, que reinaban el amor y el anhelo, ahora me entero, ya veremos cómo hacemos, hay que ponerle freno, mañana ya si eso.
Y con un didactismo ramplón y muy explicativo para que no nos perdamos, para que el importante y novedoso mensaje, la buena nueva, nos llegue pronto y claro, para que nos entre de una vez por todas en nuestras duras entendederas, en nuestra reacia sesera.
Y todos conocemos a Ken, sabemos por donde van los tiros, es un viejo amigo, no hace falta haber ido a Oxford para cazarlas al vuelo, es muy tierno y amoroso el individuo, nos enseña y nos deleita, dos en uno.
Sí, sí, que el fin (no) justifica los medios (bueeenoooo... los del ejército republicano irlandés tal vez.... si.... ), que el poder (no) se puede saltar la ley cuando le da la real gana, que el gran dinero (no) debería intervenir en la política, que todo (no) vale, que (no) me sacas de una duda, que... (sí) nos vamos a morir todos, que deberíamos ser, por el contrario, inmortales, para saltarnos penas tontas e ir directos a la gran gozadera, lo tengo dicho.
Tanto susto, unción e investigación para al final descubrir que los políticos son muy malos y las famosas cloacas del estado funcionan a todo trapo, sin descanso, de día y de noche, tanta seriedad y drama para una conclusión que cualquier hijo de vecino la lleva tatuada en la sangre desde que nace, una obviedad más grande que de Gibraltar el peñón.
Para ese triste viaje no se necesitaban unas alforjas tan aparatosas, valía con preguntar a cualquier fulano o mengano, mindundi o chisgarabís que anduviera pelando la pava por allí, todo ese trabajo cinematográfico tan fatigoso y costoso que te hubieras ahorrado de un sencillo plumazo, hermoso mío, majo.
Ahora, eso sí, todo con mucha tensión, orden y taxonomía, con clasificación, buenos, malos y esas cosas tan sabrosas y divinas, las que más solazan al inmenso personal; claridad, conocimiento, discernimiento y mucho descubrimiento arduo y peligroso en mundo tenebroso tras un discurrir la mar de proceloso.
Por un lado tenemos, cómo no, al mal absoluto en forma de extrema derecha Tatcheriana, qué mala, menuda bruja (las mujeres -no- al poder), con sus servicios secretos de ¿inteligencia? y fuerzas de seguridad o como se las quiera llamar al retortero; por el otro, más bien justo el contrario, a los abogados yanquis que luchan por los maltratados derechos humanos y se van por el mundo de misiones, a esparcir el bien y la belleza por doquier, bravo, hermanos, de Chile a Irlanda nada por el camino nos dejamos; un poco más al medio, siempre también gente muy buena, los laboristas izquierdistas británicos víctimas de tanta infame conspiración fascista, ese horroroso tinglado que han montado los otros tan malvados, ay; y ya por último el IRA que en principio parecía el protagonista de la película, pero que en verdad es casi solo el cebo, penosas comparsas, decorado, monigotes, fantasmas, gente del terruño que pasaba por allí, a los que han robado la tierra y no les queda más remedio que hincharse a matar para compensar, un mal necesario, para poderla recuperar/liberar, nativos pintureros/pinturescos en el fondo más bien majetes y tal vez hasta pacifistas de corazón y del todo, de mucho cancionero llenos y de tanta tortura receptores, sufrientes, repletos; pero el partido se juega en realidad en Inglaterra (el tablero político, la lucha de los hunos contra los jotros) y nada le importa, más allá de guiños, cariños y disimulos, en realidad irlanda al bueno de Loach, mera excusa, vulgar macguffin, trampa para lerdos.
Y todo contado a través de un policía, el inspector Kerrigan, que da la risa nada más verlo llegar con una ingenuidad y candor que serían dignos de ser analizados o contemplados en una autoescuela, como una novicia con presbicia. No, eso es imposible, dice, jajaja, me corto las venas, pardiez, para un rato después, si te he visto no me acuerdo, yo lo dejo, me muero, no me esperaba esto, no me lo creo, qué tremendo escándalo, qué increíble gatuperio, qué sorpresa tan inesperada, cuánto manejo feo, me meo, qué gran decepción y descojonación, y yo que creía que esas cosas en mi santa patria no pasaban, que reinaban el amor y el anhelo, ahora me entero, ya veremos cómo hacemos, hay que ponerle freno, mañana ya si eso.
Y con un didactismo ramplón y muy explicativo para que no nos perdamos, para que el importante y novedoso mensaje, la buena nueva, nos llegue pronto y claro, para que nos entre de una vez por todas en nuestras duras entendederas, en nuestra reacia sesera.
Y todos conocemos a Ken, sabemos por donde van los tiros, es un viejo amigo, no hace falta haber ido a Oxford para cazarlas al vuelo, es muy tierno y amoroso el individuo, nos enseña y nos deleita, dos en uno.
Sí, sí, que el fin (no) justifica los medios (bueeenoooo... los del ejército republicano irlandés tal vez.... si.... ), que el poder (no) se puede saltar la ley cuando le da la real gana, que el gran dinero (no) debería intervenir en la política, que todo (no) vale, que (no) me sacas de una duda, que... (sí) nos vamos a morir todos, que deberíamos ser, por el contrario, inmortales, para saltarnos penas tontas e ir directos a la gran gozadera, lo tengo dicho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y al tipo traicionero, mucho cambio de camisa, a última hora se lo cargan, cuánto tardan. El poli vuelve a casa con la parienta y la prole que le añoran cada segundo del día con el deber cumplido y aquí no ha pasado nada, gira la noria, otra vuelta de tuerca, viva el progreso humano.
La McDormand lo publica en los periódicos, seguramente, a no tardar, ya, y la gente no da crédito, se sube por las paredes, se rasga las vestiduras, se tira de los pelos, se hace la picha un lío, se arrancan los ojos como Edipo, no lo pueden soportar, tanta verdad repentina les vuelve locos, qué morrocotudo y pistonudo todo, cae el gobierno de derechas, ganan los laboristas y el mundo se vuelve mucho más justo y hermoso y verdadero, dialogan en armonía por fin con los irlandeses levantiscos y aquí paz y después gloria. Así son las cosas y así se las hemos contado nosotros a espectadores como usted. Viva la Gran Bretaña y los leguleyos más éticos. Viva también la vida.
Ahora ya solo falta, para rematar la gran faena, que hagan lo mismo en España, una versión con lo del GAL, cuando Felipe González era de extrema derecha, o no, perdón, me equivoqué, justo al revés, era de extrema izquierda y todo se lo inventó, como en Inglaterra, la derecha aznariana con la ayuda inestimable de Pedro J. y las letrinas del estado, esa entente o gentuza en compañía o comandita, unidos para un mismo fin, para derrocar el bien, como así lamentablemente y esporádicamente fue. Variaciones sobre el mismo eterno tema.
¿Por qué tanto empeño por parte del policía informante en que fuera a verle en persona, tan de buena mañana, madrugón espantoso mediante, eso no se le hace ni a tu peor enemigo, a nadie, el pobre abogado tan tiroteado para hablar de sus cosas cuando hay tanto teléfono por ahí suelto?
La McDormand lo publica en los periódicos, seguramente, a no tardar, ya, y la gente no da crédito, se sube por las paredes, se rasga las vestiduras, se tira de los pelos, se hace la picha un lío, se arrancan los ojos como Edipo, no lo pueden soportar, tanta verdad repentina les vuelve locos, qué morrocotudo y pistonudo todo, cae el gobierno de derechas, ganan los laboristas y el mundo se vuelve mucho más justo y hermoso y verdadero, dialogan en armonía por fin con los irlandeses levantiscos y aquí paz y después gloria. Así son las cosas y así se las hemos contado nosotros a espectadores como usted. Viva la Gran Bretaña y los leguleyos más éticos. Viva también la vida.
Ahora ya solo falta, para rematar la gran faena, que hagan lo mismo en España, una versión con lo del GAL, cuando Felipe González era de extrema derecha, o no, perdón, me equivoqué, justo al revés, era de extrema izquierda y todo se lo inventó, como en Inglaterra, la derecha aznariana con la ayuda inestimable de Pedro J. y las letrinas del estado, esa entente o gentuza en compañía o comandita, unidos para un mismo fin, para derrocar el bien, como así lamentablemente y esporádicamente fue. Variaciones sobre el mismo eterno tema.
¿Por qué tanto empeño por parte del policía informante en que fuera a verle en persona, tan de buena mañana, madrugón espantoso mediante, eso no se le hace ni a tu peor enemigo, a nadie, el pobre abogado tan tiroteado para hablar de sus cosas cuando hay tanto teléfono por ahí suelto?