Un futuro donde la genética crea una raza superior, física e intelectualmente, a la nacida de forma natural, no parece descabellado. Personas que desde la primera célula están programadas para triunfar en todos los aspectos: Sanas, fuertes, altas, guapas, intelectuales… Las elegidas para llevar la humanidad a la gloria.

¿Y qué pasa con los demás? ¿los “deGENerados”? Han nacido para limpiar la mierda de los otros. Su predisposición genética es la del fracaso, la de ser idiotas, débiles y morir jóvenes.

El problema es que no existe un gen para el destino, y que las probabilidades no tienen por qué traducirse en eventos concretos, son simples predicciones con distintos porcentajes de aleatoriedad.

La película reflexiona sobre alcanzar los sueños. El duro trabajo de quien nace sin nada frente a las facilidades de quien lo tiene todo desde el principio. Aboga por el esfuerzo y la ilusión como la clave para alcanzar cualquier meta que nos propongamos en la vida. El mensaje es claro: no te conformes, nunca dejes de intentarlo, no te desanimes porque te digan que eres inferior, que nunca llegarás a nada, que es imposible. Perseguir tus aspiraciones con ahínco a veces es lo que importa, de hecho, es lo único que importa.

En la otra cara de la moneda, medita sobre la presión de la perfección. Tener a tu disposición todo lo necesario para triunfar, siendo algo que todos a tu alrededor dan por hecho que harás, es una carga no tan fácil de llevar. ¿Qué pasa si fallas? Serás una decepción. Un juguete roto.

Este mundo es, en el fondo, una distopía que refleja la realidad.

La película tiene un estilo clásico muy curioso, futurismo clásico podríamos decir, como en las películas de ciencia ficción de los años 40 o 50. Me resulta muy atractiva esa ambientación e incluso se le puede encontrar verosimilitud argumental: si la inteligencia y la cultura priman por encima de cualquier otra cosa, es normal que la sociedad vista elegante, actúe con formalidad, buena educación y respeto. Incluso la tecnología parece estar un poco escondida, ayudando a las mentes en segundo plano.

Los escenarios evocan un retrofuturismo con interiores casi góticos, grandes paredes de hormigón, cristales, metal, pasillos y salas circulares… Es un entorno frío, minimalista, geométrico, puro. Los exteriores están bañados en un amarillo anaranjado, como si hubiese un atardecer eterno ahí fuera. Se ve poca gente caminando, o conduciendo clásicos coches eléctricos, por escenarios marcados por enormes estructuras de fondo. Todo ello tiene un extraño aire atemporal.

Para completar contamos con una buena banda sonora y lo que es mejor, unas interpretaciones magníficas. Ethan Hawke y Jude Law transmiten profundas emociones con sus miradas, contrastando con la asepsia del entorno. En menor medida por ser más secundaria, pero igualmente apreciable, Uma Thurman.

Emocional y emocionante. Maravillosa. Para aquellos soñadores que miramos las estrellas fantaseando con ir allí arriba, a la casa de donde una vez partieron los átomos de nuestro cuerpo.