La película es tan patética como su título hace presagiar. Partiendo de un argumento propio de la serie b de los años 50 se construye el enésimo relato absurdo de un hombre normal que se convierte en superhéroe gracias a una tecnología imposible y un traje ridículo.

Hay que ver que poco cariño tiene Marvel por el cine. Cualquier cinéfilo seguro que durante el visionado de la película piensa en las innumerables formas de hacerla mejor, y en la tristeza que produce ver este producto sin alma ni forma. No hay sentido de la tensión o el misterio, de la elaboración de una historia o la narración. Ni siquiera se trabaja el humor, el cual recurre a chistes infantiles vergonzosos que hacen parecer a los personajes imbéciles, o la acción, que resulta tan artificial y repetitiva, tan trivial, que te sume en la indiferencia.

Cientos de tópicos se pasean por pantalla en una trama copiada ayer, hoy y mañana por otras tantas películas similares. Tan predecible es que te conoces los diálogos del final de la película en los primeros minutos, incluso el devenir de las peleas y todas sus estúpidas piruetas imposibles. Hasta la escena postcréditos se deduce. La historia va del graciosillo de turno noble entre nobles que se enfrentará al malo de turno que quiere dominar el mundo. No nos olvidemos de la chica florero que no pinta nada y un argumento plagado de sinsentidos e incoherencias. Tecnología futurista explicada en un par de minutos y andando. Atentado a las leyes de la física, a la informática, electrónica y hasta al sentido común. Ingenieros por todas partes más tontos que una piedra cuyo comportamiento está sometido a las preferencias de un guion absurdo escrito en media tarde.

Y todo ello aderezado por insulsas interpretaciones, diálogos plantilla, sobrecarga de cgi y manejo de cámara a lo videoclip, con muchas vueltas y muchos cortes. No cabe duda, se pueden reducir cosas a nivel atómico, incluso subatómico, con una simple dosis de esencia de hormiga. Solo hay que ver esta película, la esencia, y el efecto que producirá en tu cerebro.

A quien le pueda parecer que la idea da para algo mucho mejor, alejada de aspirantes a cómicos en mallas y cercana a la reflexión del mundo que nos rodea, sin por ello renunciar a la aventura, que se remita al clásico de ciencia ficción 'El increíble hombre menguante'. No hay color.