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Voto de Juan Marey:
10
Cine negro Después de asaltar un tren que transportaba 300.000 dólares y asesinar a los maquinistas, Cody Jarret y su banda huyen con el dinero, pero son perseguidos por agentes federales que sospechan que Cody es el autor del robo. Una vez preparada una coartada perfecta, Cody se entrega a la policía y es condenado sólo a dos años de prisión; sin embargo, los agentes del Tesoro, convencidos de que fue el cerebro del asalto, le tienden una trampa. (FILMAFFINITY) [+]
10 de mayo de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Al rojo vivo” no sólo es una de las obras maestras imprescindibles del gran Raoul Walsh, sino que es una de las obras maestras imprescindibles de la historia del cine y del cine negro en particular, un impresionante e intenso ejercicio de cine negro que cuenta con la que probablemente sea la mejor interpretación de esa fiera de la pantalla que era James Cagney. La película está inspirada en la historia real de Francis Crowley, apodado “Dos pistolas”, y que allá por los años 30 se convertiría en un popular y arquetípico gángster irlandés con sólo diecinueve años, siendo arrestado por la policía de Nueva York tras un largo tiroteo que llegaron a presenciar hasta quince mil testigos, en una operación de captura sin precedentes compuesta por casi tres centenares de agentes. Su falta de escrúpulos y ausencia de percepción de culpabilidad, su arrogancia y megalomanía enfermiza fueron las claves que hicieron que Virginia Kellogg escribiera una historia que adaptarían para la gran pantalla Ivan Goff y Ben Roberts.

La película es una portentosa muestra del talento de su director. Dura, violenta, es una descarnada visión de los últimos días de un gangster, interpretado brillantemente por el gran James Cagney. Cagney es Cody Jarret, un tipo obsesionado con el poder, con problemas psicológicos, sádico, celoso y sobre todo afectado por un descomunal complejo de Edipo, un tipo que tiene los días contados, anclado en un tiempo que no le pertenece, en una sociedad en la que no tiene sitio. Walsh rueda de forma magistral, enérgico, con mucho brío, con mucha fuerza en sus imágenes, plantea una acción y puesta en escena excelente, seca, con los medios más escuetos y necesarios para contar esta historia, la película no da respiro, frenética, con un ritmo de la acción excelente, se ve en un suspiro. Walsh va subiendo y bajando la intensidad de la narración de forma perfecta, dependiendo del tono de cada situación, trepidante cuando hay acción y calmado cuando prima la intimidad, para el recuerdo queda la secuencia final, un prodigio en todos los sentidos, coronada por un momento literalmente explosivo.

Un título imprescindible para disfrutar del mejor cine negro, una obra maestra insuperable llena de brío y violencia, una hora y 49 minutos de puro cine en glorioso blanco y negro.
Juan Marey
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