Arrancando argumentalmente casi donde dejamos ‘Los Vengadores: La era de Ultrón’, volvemos a ahondar en los problemas que conlleva ser un justiciero/individuo mejorado y el impacto que tiene sobre una sociedad dividida que no sabe si tenerte miedo o venerarte. A partir de aquí, se monta un espectáculo coherente en el que el gran beneficiado es el espectador.

Los hermanos Russo, directores de la cinta, se nota que están mucho más rodados en esta nueva entrega. Convierten las escenas de acción y persecución en grandes yincanas en las que cada uno exhibe sus facultades técnicas de combate. La gran batalla del aeropuerto, es un claro ejemplo de ello. Pero podríamos mencionar cualquier otro momento. Como esa batalla a tres final, capaz de hacernos contener la respiración.

Es una muestra de cine de superhéroes inteligente, con una película madura, entretenida, divertida y muy cuidada a nivel de personajes. Resalto esto último en especial porque me parece difícil meter tantos personajes y que todos encajen tan sumamente bien en la trama. Todos aportan, no están ahí para adornar el fondo.

Sorprende muy gratamente, por ejemplo, la inclusión de Peter Parker/Spiderman en la trama. Desde el minuto uno trasmite frescura y es capaz de ofrecer algo diferente a lo que Maguire o Garfield nos estaban dando (más allá de tener a la más espectacular Tía May de todos los tiempos). Cogiendo a Stark como mentor, Spidey aumenta el nivel de gags de la cinta durante la gran batalla del aeropuerto, uno de los momentos clave del film.

Y agradezco, incluso, el villano central de la película y verdadero artífice de todo lo que está sucediendo. Agradezco que no se ponga un traje o una armadura. Me gustan sus razones aunque se merezcan un minuto o dos más de carga dramática y me gusta el desenlace final. Daniel Brühl no tiene un personaje sencillo ni carismático, pero hace un buen trabajo con él.