Soy de las jóvenes que se ha criado en su infancia y adolescencia con las novelas de Rowling (una literatura memorable si se la compara con, por ejemplo, "Crepúsculo"). Sus novelas me evadieron y sumergieron en un mundo tan hondo, mágico y embrujante como emotivo, divertido e interesante. El trasladar esas páginas a la gran pantalla fue un sueño hecho realidad... una realidad más limitada que ese sueño literario, pero que mantenía cierta magia imborrable y meritoria (los primeros films de la serie (desde Columbus hasta Newell, pasando por Cuarón) no desmerecen). Y así, entre papel y celuloide, entre aventuras detectivescas, travesuras mágicas, amistades eternas y secretos profundos de sus personajes me convertí en una fanática de Potter y su universo.

Cada estreno de Harry Potter es todo un acontecimiento para los de mi generación, y cada vez importa menos la calidad de las películas ya que la simple presencia de los magos rememora inolvidables recuerdos vividos en la niñez... y eso es algo que los mandamases de la Warner saben, ya que la calidad de las películas ha ido disminuyendo sin que las masas de dinero se resientan. Y es que Potter se ha enfretado en este último lustro a su peor enemigo: el poderoso caballero Don Dinero. La Warner sustituyó a directores reputados por un director cuasi-novel que no les rechistara, un tal Yates que todavía demuestra inexperimentación ofreciendo un producto que, aunque tiene a su favor ser el más fiel a la novela, resulta distante, disconexo, tardo e incluso algo atropellado. También es cierto que este libro (y más aún su primera mitad) es de los peores de la serie, y que Radcliffe ha pasado de ser un crío soso pero achuchable a ser un joven actor de lo más vulgar e inexpresivo (imposible creerse sus "profundos" dolores y penas)... pero es que la mediocre realización tampoco ayuda. En inumerables veces vemos como Yates no sabe cuando cortar un plano y lo alarga innecesariamente creando momentos de ridícula incomodidad en el espectador que no aportan ni dicen nada, hay escenas tan secas y vanas como descartables. También hay otras escenas que debieron ser emotivas o especiales y solo son simplistas o grises y resueltas con un par de planos. Su baja iluminación sí que crea un tono deprimente, serio y tenebroso.. pero también monónoto y frío. Y la música melodramática insertada en CASI TODO MOMENTO está tan mascada, manoseada que resulta deslucida y excesivamente habitual.

A pesar de todo esto, en sus más de dos horas se salvan algunos buenos momentos (un par de sobresaltos, un buen puñado de momentos divertidos, la química del trío y un gran momento mágico rescatable).

Lo cierto es que Yates sabe construir algún que otro buen momento concreto... pero no sabe construir un todo, un conjunto (que es frío, insulso, irreflexivo y vulgar... algo que no merece ser Potter y su mundo mágico lleno de personajes misteriosos con profundas historias).

Lo mejor: ...