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Voto de Feng Lanzhí:
6
Aventuras Matt Masters, un excepcional jinete, muy certero en el tiro con rifle, es el propietario de un circo que lleva su nombre. Desde hace años es el padre adoptivo de Toni, la hija de un trapecista que murió mientras actuaba. Aunque Toni trabaja en un número del Oeste, su verdadera vocación es el trapecio. Durante una gira por Europa, el circo está a punto de quebrar, y Matt debe buscar una solución para evitarlo. (FILMAFFINITY)
20 de noviembre de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El productor Samuel Bronston no reparaba en gastos si tenía ilusión por algo. Si se embarcaba en una de romanos te construía entero el Foro de Roma con siete templos. Ya estaba arruinado tras “La caída del imperio romano”, pero como todos los apasionados insensatos, siguió huyendo hacia delante, con un drama ambientado en el mundo del circo.

Viendo “El fabuloso mundo del circo” uno se puede deleitar con la asombrosa ambientación de toda la parafernalia circense. Realmente lo bonito de esta película es el cariño con que se trata a este gran espectáculo en vivo que por aquel entonces seducía al público como ninguno. Si se tiene un poco de nostalgia se puede disfrutar con cada uno de los números que se representan a lo largo de la película. Hay un estupendo número de payasos con unos platos y una silla, trapecistas volando bajo la carpa, un domador jugándose la vida entre tigres y leones, un bonito número de una niña bailarina y su padre payaso en la cuerda floja, y un espectáculo del Oeste vibrante, con caravanas en peligro, indios en pie de guerra y el séptimo de caballería.

Los indios perseguían a las caravanas en Chinchón, porque Bronston apostó fuerte por los rodajes en España. Se ahorraba bastante dinero y además disponía de buenos técnicos para contratar. A veces resultaba la cosa y otras veces se hacía el ridículo. Porque hacer pasar por los Campos Elíseos de París el Paseo de Coches del Retiro madrileño no cuela. En ese lugar del parque me falta un letrero que diga: “Por aquí cabalgó John Wayne”.

El productor quería espectáculo a toda costa y se lanzaba al exceso, aunque no viniera a cuento. Es el caso de la secuencia del naufragio en el puerto de Barcelona que hoy se ve con cierto sonrojo.

Luego descuidaba cosas más importantes, como el guion. El drama sobre el reencuentro de una madre y su hija era de lo más previsible, al igual que sus diálogos. Claudia Cardinale, entretanto, se esforzaba por parecer una adolescente revoltosa, cuando a sus 25 años era ya una mujerona. A veces está un poco cargante, pero a mí me resultaba simpática, en especial cuando hacía de payasita, víctima de una gamberrada.

En definitiva, una película que mostraba todo el carácter de su creador, fallida y tontorrona, pero entrañable.
Feng Lanzhí
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