Hay una premisa absolutamente decadente en muchas de las películas de los últimos tiempos. Es la de deslizar un final en el film que, si consigue recaudar una moneda interesante luego de pasar por las salas, permita exprimir al máximo la pegada de una idea en teoría original con una segunda parte. De esa forma surgieron pocas que superaron o igualaron a la original, continuaciones que apenas concitaron la atención del público, franquicias inexplicables con productos paupérrimos y algunas sagas que supieron cuando parar de estrujar a la gallina de los huevos de cobre pintados de oro.

Esta secuela del "Escape Room" de 2019 es realmente exasperante. Aburrida y confusa en su narración, con gente que se la pasa gritando todo el tiempo, el argumento es un insulto a la credibilidad y los personajes consiguen tan poca empatía con uno que te da lo mismo que sigan actuando, que mueran de gripe A o que les caiga una lluvia de ácido sulfúrico. Las respuestas a los acertijos para salir de cada uno de los cuartos me hacen acordar a las inocentadas sin sentido que daba Adam West en su Batman televisivo de la década del 60 y el que hayan terminado con un final tan traído de los pelos para dar pie a una tercera parte me llenó de furia. Los interesantes efectos visuales de las distintas salas de escape son los que salvan a este despropósito del aplazo definitivo.

No la veas, vas a querer morir mucho antes que los participantes del juego.