"Predestination" es una de esas obras que, te gusten más o menos, mueven a la reflexión y producen admiración por lo retorcido de su argumento: sin dar más pistas, diré que su trama se configura como un bucle infinito, en el que todo debe suceder tal como sucede, y no de otra manera, y en el que todo cambia para no cambiar nada. La acción tendente a salvar el mundo, motivación típica del cine de acción (en este caso, atrapar a un peligroso terrorista), se queda, de forma sorprendente, en un segundo plano por debajo de las relaciones entre los protagonistas, Ethan Hawke y Sarah Snook, entre los cuales hay una curiosa afinidad desde el primer momento en que se ven. Sarah Snook resulta lo bastante inquietante y magnética como para acaparar la atención del espectador, incluso por encima de Hawke.