Estamos ante un largometraje que une la recreación histórica, en la que hay una dura denuncia de la corrupción existente en los años 80, con la descripción del mundo del crimen organizado en la importante ciudad surcoreana de Busan (antes Pusan), en la que, por cierto, se celebra un importante festival de cine. La peripecia personal de Choi Ik-hyun ( Choi Min-sik), que pasa de ser un corrupto funcionario de aduanas a ser un jefe mafioso junto con su sobrino Choi Hyung-bae ( Ha Jung-woo) es apasionante, y está llena de fuerza y de verdad. En este film nadie sale bien parado, pues los métodos del fiscal Jo (Kim Jong-gu) son tan brutales como los de los mafiosos, y además es un "trepa" ambicioso.

La película muestra la mafia desde dentro, de una manera parecida a la de Martin Scorsese, pero con un enfoque más violento aún, posiblemente: las alianzas y traiciones se suceden, al igual que los golpes y las palizas, mientras la idiosincrasia de los personajes protagonistas mantiene el interés del relato y compone un retrato muy negro de la historia reciente de Corea del Sur. Es una película que me recuerda un poco al film mexicano "El narco" (2010), de Luis Estrada, en su propuesta de describir un violento submundo dominado de forma despótica y cruel por unos pocos privilegiados: en ambos largometrajes la organización mafiosa no es sino un reflejo de la jerarquización y la injusticia de la sociedad de ambos países.