En el bosque en invierno, no son flores las que reciben al visitante sino ramas y raíces desnudas, húmedas, enmohecidas, con cientos de hojas muertas en el suelo que se elevan cuando sopla el viento y amplifican los sonidos de cualquier pisada lejana.

Robert Eggers nos traslada en su película a unos tiempos tenebrosos en los que la religión por un lado y la magia negra por otro dominaban y amenazaban los corazones de las gentes que malvivían en un mundo de hambre, frio, miseria y enfermedades.

Brillante la actuación de Anya Taylor-Joy débil en apariencia por sus enormes ojos y su blanquecina y tersa piel pero dura como el pedernal para afrontar la adversidad y los peligros.

Una película rodada con muy pocos actores pero hecha a conciencia con una ambientación y un sentido de las coordenadas espacio temporales perfectas.