Sí, a lo largo de nuestra vida, en todos y cada uno de los pasos que damos, nos encontramos con un idiota que se cruza en nuestro camino. Pueden ser unos vecinos ruidosos que hacen que retumben las paredes de tu casa, o ese compañero de labores que va por ahí chismorreando, o aquel profesor / profesora con aires de grandeza, cerebro de mosquito y maneras de portero de discoteca... O puede ser, sencillamente, un usuario que entra en tus críticas y te pone siete negativos a las primeras siete críticas que se encuentra y luego los elimina o aquel otro que últimamente y en proceso metódico cada vez que ve una crítica con dos positivos o más, añade un voto negativo para malmeter (puede que sean el mismo o que no haya ningún idiota, aunque tanta casualidad me escama).

En suma, la vida está llena de idiotas. Imbéciles, mejor dicho. Los que he nombrado antes son el prototipo de idiota a mala fe, pero también los hay de buena fe. En cualquier caso, no hace falta ir a buscarlos porque vienen solos, pero el protagonista de esta buena y bien interpretada cinta francesa busca a uno para reírse de él (lo que no dice mucho en su favor y justifica el plural en el título) y puede decirse que dejó entrar a un entrañable aunque imparable tornado que pone su vida patas arriba en busca de una solución a sus problemas. Un tornado con el que no te puedes enfadar ni criticar porque, en el fondo, él no tiene mala fe.