Una película inteligente y dirigida de igual manera.
El limonar representará el territorio palestino, Israel el ministro de defensa. El ministro se muda junto con su mujer a una casa que linda con el campo de limones y de ahí comenzará una guerra entre ambos, guerra que simboliza la realidad actual entre palestinos y judíos.
Un canto al hombre por encima de todo territorio, de cualquier país, cultura o religión.
La película habla con sinceridad sobre los derechos de los hombres por encima de cualquier religión que los pueda separar, cualquier frontera o muro que se construya.
La mujer no solamente lucha por sus limoneros o el terreno que le quieran embargar, lucha por su dignidad como persona, por su amor a su pasado, a sus sentimientos y sus recuerdos, algo que nadie le puede robar ni quitar por la fuerza.
No se habla de palestinos ni de judíos sino de personas y de sus sentimientos, una película de Israel defiende los valores de los palestinos y de los judíos cuando de personas se hablan.
Unos diálogos inteligentes, críticos en cada momento además de llenos de humanidad, una historia que tiene parte de real y parte de ficción que simbolizará la realidad actual.
La película deja atrás lo ajeno para centrarse en unos diálogos que simbolicen la realidad.
Un punto positivo será la actuación de la protagonista la cual da credibilidad a la historia con sus silencios y su valor en sus actos, actos llenos de humildad, actos que luchan por su pasado y sus derechos como persona.
A su vez la película deja atrás la parte política para centrarse en las personas, en sus sentimientos y sus valores, el amor que pueda surgir entre ellas y el rencor.
Una película bien llevada a la pantalla y sobre todo, bien actuada por la protagonista.