De la mano del director Alex Proyas, el actor Nicholas Cage vuelve a flirtear con temas relacionados con el futuro (como ya hiciera en la olvidable “Next”), aunque en esta ocasión revestido de cierta trascendentalidad y tocados ciertos temas con mucha ambiguedad. El film arranca en los años 50, con un hecho inquietante para dar un salto a la actualidad, cuando el hijo de John Koestler (Nicholas Cage), un profesor de astrofísica, recogerá una herencia envenenada en forma de unos extraños números. El director fabrica un film que bajo una atmósfera deliveradamente inquietante y opresiva, que desde un punto de partida "normal", o aparentemente normal, va discurriendo por temas que van progresivamente adentrando dentro del fantástico.

El relato, como es natural, está centralizado en la figura del protagonista. El director le añade un manto de seriedad y duda introduciendo en la trama el eterno debate entre el determinismo y el azar, y las eternas y trascendentales preguntas que nos hacemos los humanos casi a diario. De hecho, Koestler viene a personalizar a un hombre normal y corriente, de los nuevos tiempos, pese a tener una formación católica, es un escéptico, ya que la vida le ha dado motivos para ello. Por ello, lejos de creer en un Dios, o una entidad superior omniscente que todo lo puede, prefiere pensar que la vida es un conjunto de hechos casuales regidos por el azar y el caos. Es importante para el director subrayar ese escepticismo de su protagonista para mostrar su evolución a lo largo del film, en el que parece estar luchando contra el propio destino. El ambiente enrarecido y malsano en aumento, que nos va llevando de forma ambigua e insinuante de un hecho real hacia el fantastico, o incluso la ciencia-ficción, está bien planteado por el director, aunque es inevitable pensar en directores como M. Night Shyamalan cuya sombra se hace cada vez más evidente a medida que avanza el metraje.

Lo más interesante del film, muy por encima de la aburrida interpretación de Nicholas Cage es el ambiente malsano, y extraño que se va apoderando poco a poco del film, consiguiendo, no sólo captar el interés de los acontecimientos, sino también dejarnos una sensación un tanto agridulce, pese a buscar un "happy end" un tanto manido. En su defecto hay que decir que no acaba de sentirse cómodo manteniendo demasiado tiempo el juego de ambiguedadades e insinuaciones, rompiéndolo excesivamente pronto con algunos insertos que van alertando al espectador sobre lo que se va a encontrar, desinflando poco a poco cualquier espectativa de sorprender en exceso al espectador.

Por otro lado, Proyas se sirve de temas serios, pero sin tratarlos en profundidad, dotando al film de la filosofía justa para darle un barniz de seriedad, pero que desaprovecha a todo personaje que no esté interpretado por Nicholas Cage, por más que el director ofrezca una resolución que no por ingeniosa, es del todo inesperada.