Vamos a ver, vamos a ver.
¿Quién fue el geniecillo que decidió que Freddie Prinze Jr y Matthew Lillard eran los protagonistas idóneos para una película de ciencia-ficción?
Por mucho traje espacial que les pongan y mucho decorado futurista y efectos visuales de los que los rodeen, Prinze y Lillard siguen pareciendo exactamente lo que son: dos intérpretes sin talento atrapados dentro de una eterna comedia romántica adolescente. Su arsenal de miradas sin alma, caras plúmbeas y la misma naturalidad hablando que la de un caracol son sin duda lo más asombroso de una película francamente mala. Para que se hagan una idea, es la Dragones y mazmorras del espacio. Ni siquiera con actores de nivel Oscar hubiera sido posible salvarla del desastre, porque el guión es una sarta de frases estúpidas, situaciones tópicas sin ninguna emoción ni chispa, que no transmite temor en ningún momento y que se desarrolla con aburrimiento pese a los numerosos efectos especiales de las batallas y su festival de explosiones. Y encima pretende de verdad ser buena.
Terrible. Tremebunda. Wing Commander. Una broma hecha película con todas las pretensiones de seriedad que se queda en un lamentable intento de hacer ciencia-ficción.

Lo mejor: Saffron Burrows. Hace lo que puede la pobre.
Lo peor: Todo lo demás.