Buena película de Alexander Payne, que de nuevo nos relata una historia llena de encontrados sentimientos.

Unos personajes perdedores, al menos en un primer vistazo, pero que si nos acercamos a ellos vemos que contienen verdad, dignidad y sólo se trata de personas solitarias, apartadas del mundo y de los demás, bien por elección personal, bien por sus dolorosas circunstancias.

Son muchos los positivos elementos que hacen de ese film una excelente elección para ver. En primer lugar el profundo guion de David Hemingson, con estupendos diálogos, a veces en verdad muy divertidos y otros desgarradores, en el fondo desoladores, aunque con la esperanza en lontananza por la honestidad e integridad que poseen, pese a sus evidentes imperfecciones. Al fin y al cabo sólo se trata de seres humanos, con sus virtudes y sus defectos.

Payne dirige con maestría, con tranquilidad, algo de irregularidad en su tramo central, pero que arranca firme en su primer tercio y finaliza de forma magnífica, emotiva, conmovedora en su última media hora.

Soberbias interpretaciones de Paul Giamatti y de Da'Vine Joy Randolph y quizás un gran descubrimiento, el del joven y espigado Dominic Sessa, en un papel nada fácil.

Recomendable pese a su clara tristeza vital, pero positiva por mostrar que el ser humano siempre merece un respeto.

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