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Voto de GeorgeBailey:
6
6,1
10.251
Aventuras. Drama
Durante un viaje en solitario a través del Océano Índico, un hombre (Robert Redford) descubre al despertar que el casco de su velero de 12 metros se ha agrietado tras una colisión con un contenedor que flotaba a la deriva. A pesar de las reparaciones, de su experiencia marinera y de una fuerza física que desafía su edad, a duras penas logra sobrevivir a la tormenta. Pero el sol implacable, la amenaza de los tiburones y el agotamiento de ... [+]
28 de septiembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de la película es el final, del que hablaré en el "spoiler". La película en sí, aparte de lo bello del mar y de la actuación de Robert Redford, puede llegar a aburrir en ciertos momentos, debido a la ausencia de diálogo y la previsibilidad de algunas situaciones. Aunque no cae en excesivos dramatismos ni espectacularidades, hay olor a refrito en muchas escenas y falta de ambientación en otras; por ejemplo, no "sentimos" el frío del agua del mar ni el dolor del golpe en la cabeza. La ambientación y la actuación no nos sacan de la realidad de Redford dándose un baño en agua calentita mientras es filmado en un enorme tanque de agua. A pesar de todo, el final salvó la película para mí, puesto que la dota de un sentido metafórico de gran valor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ese final donde el hombre ya está hundido en el agua, aparentemente muerto y derrotado, cuando todo está perdido para él, aparece la luz, despierta, asciende, alguien le da la mano y todo es luz. Para mí, que soy cristiano, esa escena tiene una simbología que siempre es de agradecer en medio de tanta película mundana que no aporta nada sino hacer el juego al mal y dar loas al carpe diem.
El ser humano está en un barco a la deriva, un barco perdido por naturaleza, roto por el pecado, solo aferrado a la supervivencia, y aparentemente solo. De nada sirve que su barco sea un yate con todas las tecnologías o un simple bote. Al final acaba viejo y desesperado, afrontando la muerte. ¿Por qué? Porque esa luz, esa mano salvadora, aún no ha llegado, no la han visto. Algunos solo reciben la salvación así, en el último segundo, cuando Dios les da el don de creer, y entonces se sumergen en las aguas, ascienden de ellas renacidos, buscan la mano y se aferran al Único que puede salvarles: nuestro Señor Jesucristo. Otros muchos simplemente se hunden y van al abismo del sufrimiento eterno. Pero qué alegría en aquellos que ven la luz y la mano salvadora pronto, antes de ser viejos o estar hundidos, y tienen el privilegio de haber recibido el don de creer que, a pesar de que su barco irá pasando por tempestades, envejeciendo y agujereándose poco a poco, al final verán la luz y serán recogidos por la mano del Señor en su gloria eterna.
El ser humano está en un barco a la deriva, un barco perdido por naturaleza, roto por el pecado, solo aferrado a la supervivencia, y aparentemente solo. De nada sirve que su barco sea un yate con todas las tecnologías o un simple bote. Al final acaba viejo y desesperado, afrontando la muerte. ¿Por qué? Porque esa luz, esa mano salvadora, aún no ha llegado, no la han visto. Algunos solo reciben la salvación así, en el último segundo, cuando Dios les da el don de creer, y entonces se sumergen en las aguas, ascienden de ellas renacidos, buscan la mano y se aferran al Único que puede salvarles: nuestro Señor Jesucristo. Otros muchos simplemente se hunden y van al abismo del sufrimiento eterno. Pero qué alegría en aquellos que ven la luz y la mano salvadora pronto, antes de ser viejos o estar hundidos, y tienen el privilegio de haber recibido el don de creer que, a pesar de que su barco irá pasando por tempestades, envejeciendo y agujereándose poco a poco, al final verán la luz y serán recogidos por la mano del Señor en su gloria eterna.