De la mano del creador de Beavis y Butt-Head llega esta imprescindible radiografía del imperio y por extensión de todo el mundo globalizado. Una sátira de la civilización occidental, cada vez más idiotizada por los mecanismos de "educación" (control) de la población, llámense escuelas, televisión, publicidad o lo que sea.

Con el lenguaje aparentemente inofensivo de la comedia de brocha gorda, Judge hace una proyección hacia el futuro que va más allá de mostrar la decadencia de la cultura o los hábitos cada vez más idiotas de los jóvenes, y pone el punto de mira en el sistema político-económico y en cómo las grandes corporaciones se han hecho con el control del país a costa de los ciudadanos. Especialmente descacharrante (¡y reveladora!) es la explicación de cómo Brawndo, una bebida isotónica, llega a ser usada para regar las cosechas. Resulta que durante una crisis económica ocurrida en el siglo XXIV, los ejecutivos de Brawndo se dieron cuenta de que el agua reducía su margen de beneficios, así que simplemente compraron la Administración de Alimentos y Fármacos del Departamento de Sanidad y la Comisión Federal de las Comunicaciones para poder vender lo que quisieran y como quisieran, sustituyendo con ello al agua en todos los usos posibles (y vas viendo como en las clásicas pirámides de la alimentación va desapareciendo todo hasta que al final queda un único elemento que es el Brawndo).

Al margen de algunos puntazos es verdad que el humor de la película puede resultar bastante de cacaculopedopis en muchos momentos (y no creo que por tratar sobre idiotas los chistes tengan que ser idiotas), pero es que si se hubiesen currado más los gags y apareciesen, vamos a soñar despiertos, Owen Wilson, Will Ferrell, Jack Black y Ben Stiller, posiblemente estaríamos hablando de una obra maestra.