Que el realismo mágico requiere en gran medida de la complicidad del espectador puede parecer una obviedad, pero conviene recordarlo para entender que esta película tenga un 7,1 de media. Dicho de otra forma, para llegar hasta aquí hay que venir con ganas. Ver a Alice mezclar agua con jabón y glicerina y soplar por el agujerito durante 2 horas no es para todo el mundo.

Con una premisa ya de por sí sospechosa, intenta compensar la falta de trama con una serie de metáforas forzadas que no hacen más que acercarte a los brazos de Morfeo. Su ritmo lento se vuelve rápidamente insoportable y los elementos mágicos acaban dándote el golpe de gracia.

Alice está más interesada en impresionar con su estilo que en construir personajes o historias convincentes. Otra película hecha a medida para críticos y festivales, que a estas alturas ya están dando palmas con las orejas.