La secuela de Psicosis me pareció muy buena y una más que digna continuación, la cual aportaba ciertos elementos interesantes y novedosos como notas a pie de página al primer filme. Sin embargo, esta tercera entrega de Psicosis, que dirige el mismo actor que interpreta a Norman Bates (Anthony Perkins), pierde un poco, por no decir bastante, la esencia de la trama.

En rasgos generales, la película no es mala. Empero, las cuestiones tratadas en la primera y la segunda ya no es posible que se sigan explorando, pues parece que todo, o casi todo, ha quedado dicho sobre ellas en las dos primeras cintas.

Ahora, pues, el director, dejándose llevar mucho por la atmósfera frívola y dicharachera de los ochenta, introduce elementos poco justificables y de naturaleza bastante superflua para ir saliendo al paso. La película por momentos se transforma en una fiesta de disfraces en la que parecen sobrar algunos personajes que no aportan absolutamente nada.

La ambientación y la corriente slasher propia de esta década modifica por completo la película, que no consiste en nada más y nada menos que en un slasher elegante, con sus toques de humor bizarro y hasta con la introducción de algún elemento sobrenatural que, si lo pensamos, poco tiene que ver con la idea original de Hitchcock.

En conclusión, la película no es mala y es bastante entretenida. La forma de narrar la historia es la adecuada, pero la calidad de la misma es lo que falla, así como el modo de presentarla. Poco tiene que ver, al final, con el clásico de 1960.