Los limoneros no es una película que cuente lo que cuenta ni que se trate de lo que se trata. Es una construcción simbólica que, a través de una historia que puede ser total o parcialmente real o absurda, lleva a recordar dos cosas de máxima importancia: 1) que por definición e historia, el Estado es siempre reaccionario y autoritario. Y que en tal sentido, la sacrificada búsqueda de recuperarlo, hecha por los judíos durante dos milenios, ha sido tan exitosa como infructuosa, obligándolos (obligándonos) a contrariar y contradecir sistemáticamente los preceptos que dieron sentido a su sacrificio. Tal vez lo mismo vaya a caberle a los Palestinos el día de mañana...
2) que obligar a las mujeres a entregar sus hijos a la guerra (ya sea la moderna y cosmopolita burguesa israelí o la sometida y sumisa mujer árabe), castrarlos o perderlos, les hace empatizar entre sí - como fuente y cuidado de vida - y odiar a los hombres, justificadamente.
Sobre su desenlace, todo lo que podemos decir es que, contrario a la semántica metafórica del juicio salomónico, el cual subsume a escala humana un conflicto de estructura trágica, impulsando la irrupción del "darse cuenta" (freudiano) para evitar el desastre, nos muestra como un conflicto - si se quiere - análogo al bíblico, es resuelto por la Justicia del Estado moderno acorde a su lógica de estamento al servicio del sistema.
Gran película, a la que - a diferencia de lo que otros opinan -, no cabía interferir con toques de humor improcedentes. Me congratulo que esté hecha "por uno de los nuestros", aunque mejor hubiese sido que fuera una co-producción con "los del otro lado del muro".