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Voto de Chris Jiménez:
8
6,9
3.679
Intriga. Thriller
Un hombre que es buscado por la policía, acusado de haber matado al marido de su amante, se refugia en casa de su amiga Eve, a la que confiesa que la verdadera asesina es su amante, la actriz Charlotte Inwood. Eve decide investigar por su cuenta, pero cuando conoce al detective encargado del caso comienza a enamorarse...
19 de diciembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un telón, qué conveniente. Un telón que poco a poco se alza invitándonos a la función del día, pero esta vez interpretada en la vida real.
Habrá romances, persecuciones, crímenes, chantajes...y en especial mentiras, porque aquí, en este mundo, todo es mentira. Al fin y al cabo, la vida como el arte es cosa de puro teatro.
Y el teatro, cómo no, le encanta a nuestro amigo Hitchcock, al que vuelve dos décadas después de "Asesinato". El teatro implica suspense, fascinación y engaño, ingredientes obligatorios en su carrera con los que provocar y motivar siempre la atención de la mirada del público, susceptible de ser manipulada; eso lo tenía claro cuando estaba adaptando en estrecha colaboración con su esposa Alma y Whitfield Cook la popular novela negra de Selwyn Jepson publicada poco antes "Man Running", primera de una saga protagonizada por la aspirante a detective Eve. La película que se engendrará tras un arduo proceso, "Pánico en la Escena", es importante para él en muchos sentidos.
Con ella se estrena en los '50, donde logrará tantas innovaciones en su cine en comparación con la década anterior; la premisa tiene un crimen unido al glamuroso mundo del teatro y un hombre perseguido, viajando así al pasado de su propia filmografía, lo cual se afianza rodando en su país natal, al que no volvería hasta años después; inicia un contrato de cuatro títulos con Warner Bros. tras la quiebra absoluta de su propia Transatlantic Pictures; será su primera y única colaboración con la gran diva teutona Marlene Dietrich; y lo esencial: la situación de su hija Patricia, recién admitida en la Academia de Arte Dramático de Londres, le ha influido a elegir este mundillo del teatro en particular para desarrollar la historia.
El comienzo se asegura un lugar en la Historia de su creación. El film hace honor a su título abriendo esa "safe curtain" para nosotros, el público, siendo lanzados de cabeza al corazón de una intriga que bebe (pero aún no somos conscientes) de la maquinación de la ficción como motor de la trama, es decir: del arte de actuar y convencer. Esto tiene poco que ver con las obras previas, aquellos melodramas elegantes de Selznick, y es que desde "Sabotaje" (con la que comparte tantos puntos) no se veía tal torrente de energía y velocidad descargado durante los primeros minutos.
Por ahora esta es la historia de Jonathan Cooper, un pobre hombre huido de la policía tras intentar falsear el asesinato del marido de su amante Charlotte, diva de los escenarios, que ella ha matado "por accidente"; todo ello en "flashback"...no un extraño recurso, pues es propio del "noir" en la época, y las situaciones narradas están filmadas con fluidez, tensión, siempre desde su punto de vista inocente, ¿o tal vez el punto de vista es el de Eve, la ingenua amiga a la que ha acudido en busca de ayuda? Ella le cree a pies juntillas, porque el amor que aún siente por él es suficiente para nublar sus dudas, y porque el arte de convencer ha sido magistral.
¿Pero como público le creemos nosotros? Por supuesto. Hitchcock lleva a cabo una jugada maestra: contar en el reparto con el joven Richard Todd, en cuya cara de pánfilo se puede leer "Soy un subnormal y me van a pillar al final" y con esa Dietrich como su obsesión, imponente aun en el rol de mujer asustada por su repentino homicidio. Mientras Cooper promete a Charlotte seguridad eterna ella, algo despreocupada, se maquilla para asistir al teatro; "¡Maldita "femme fatale"!", pensaremos. "¡Será zorra la tía!, ¡deja de mentir tanto!", brotará continuamente en nuestras cabezas. Qué bien obra el cineasta su truco.
Se cierra el telón con una nota inusual, a la vez invención formal: en su "flashback" Cooper se imagina a la policía averiguando su paradero y encontrándole rápidamente...¿cómo es posible?, ¿tan buena vista tenía la criada, con la que se ha tropezado? Pero ahí queda nuestra ligera duda. Para Eve no las hay, claro, y a partir de ahora este "inocente perseguido", que pasa por los mismos avatares y es ayudado por bellas jóvenes y sus familiares igual que sus predecesores de "39 Escalones", "Inocencia y Juventud" o "Sabotaje", queda relegado del argumento y ella se hace con el protagonismo.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
A día de hoy, la fascinación tramposa de "Pánico en la Escena" perdura aun con todas las quejas que Hitchcock tuvo debido a la mala respuesta del público de 1.950 (claro, se encontraron con algo inusual en el momento: un "flashback" engañoso). Y qué fascinación. Ni dentro ni fuera de esta obra las cosas son lo que parecen:
Dietrich se encargó de la iluminación, el diseño artístico y casi la dirección de todas sus escenas; el director, conocido por sus exigencias, la dejó manejarse a su aire; Michael Wilding, si bien enamorado de Wyman en la historia, mantuvo un "affair" con Dietrich; y Wyman, quien parece la más inocente, fue todo un dolor de muelas para el equipo entero. Es también el truco, el engaño del cine, tan bello a su manera...
Habrá romances, persecuciones, crímenes, chantajes...y en especial mentiras, porque aquí, en este mundo, todo es mentira. Al fin y al cabo, la vida como el arte es cosa de puro teatro.
Y el teatro, cómo no, le encanta a nuestro amigo Hitchcock, al que vuelve dos décadas después de "Asesinato". El teatro implica suspense, fascinación y engaño, ingredientes obligatorios en su carrera con los que provocar y motivar siempre la atención de la mirada del público, susceptible de ser manipulada; eso lo tenía claro cuando estaba adaptando en estrecha colaboración con su esposa Alma y Whitfield Cook la popular novela negra de Selwyn Jepson publicada poco antes "Man Running", primera de una saga protagonizada por la aspirante a detective Eve. La película que se engendrará tras un arduo proceso, "Pánico en la Escena", es importante para él en muchos sentidos.
Con ella se estrena en los '50, donde logrará tantas innovaciones en su cine en comparación con la década anterior; la premisa tiene un crimen unido al glamuroso mundo del teatro y un hombre perseguido, viajando así al pasado de su propia filmografía, lo cual se afianza rodando en su país natal, al que no volvería hasta años después; inicia un contrato de cuatro títulos con Warner Bros. tras la quiebra absoluta de su propia Transatlantic Pictures; será su primera y única colaboración con la gran diva teutona Marlene Dietrich; y lo esencial: la situación de su hija Patricia, recién admitida en la Academia de Arte Dramático de Londres, le ha influido a elegir este mundillo del teatro en particular para desarrollar la historia.
El comienzo se asegura un lugar en la Historia de su creación. El film hace honor a su título abriendo esa "safe curtain" para nosotros, el público, siendo lanzados de cabeza al corazón de una intriga que bebe (pero aún no somos conscientes) de la maquinación de la ficción como motor de la trama, es decir: del arte de actuar y convencer. Esto tiene poco que ver con las obras previas, aquellos melodramas elegantes de Selznick, y es que desde "Sabotaje" (con la que comparte tantos puntos) no se veía tal torrente de energía y velocidad descargado durante los primeros minutos.
Por ahora esta es la historia de Jonathan Cooper, un pobre hombre huido de la policía tras intentar falsear el asesinato del marido de su amante Charlotte, diva de los escenarios, que ella ha matado "por accidente"; todo ello en "flashback"...no un extraño recurso, pues es propio del "noir" en la época, y las situaciones narradas están filmadas con fluidez, tensión, siempre desde su punto de vista inocente, ¿o tal vez el punto de vista es el de Eve, la ingenua amiga a la que ha acudido en busca de ayuda? Ella le cree a pies juntillas, porque el amor que aún siente por él es suficiente para nublar sus dudas, y porque el arte de convencer ha sido magistral.
¿Pero como público le creemos nosotros? Por supuesto. Hitchcock lleva a cabo una jugada maestra: contar en el reparto con el joven Richard Todd, en cuya cara de pánfilo se puede leer "Soy un subnormal y me van a pillar al final" y con esa Dietrich como su obsesión, imponente aun en el rol de mujer asustada por su repentino homicidio. Mientras Cooper promete a Charlotte seguridad eterna ella, algo despreocupada, se maquilla para asistir al teatro; "¡Maldita "femme fatale"!", pensaremos. "¡Será zorra la tía!, ¡deja de mentir tanto!", brotará continuamente en nuestras cabezas. Qué bien obra el cineasta su truco.
Se cierra el telón con una nota inusual, a la vez invención formal: en su "flashback" Cooper se imagina a la policía averiguando su paradero y encontrándole rápidamente...¿cómo es posible?, ¿tan buena vista tenía la criada, con la que se ha tropezado? Pero ahí queda nuestra ligera duda. Para Eve no las hay, claro, y a partir de ahora este "inocente perseguido", que pasa por los mismos avatares y es ayudado por bellas jóvenes y sus familiares igual que sus predecesores de "39 Escalones", "Inocencia y Juventud" o "Sabotaje", queda relegado del argumento y ella se hace con el protagonismo.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
A día de hoy, la fascinación tramposa de "Pánico en la Escena" perdura aun con todas las quejas que Hitchcock tuvo debido a la mala respuesta del público de 1.950 (claro, se encontraron con algo inusual en el momento: un "flashback" engañoso). Y qué fascinación. Ni dentro ni fuera de esta obra las cosas son lo que parecen:
Dietrich se encargó de la iluminación, el diseño artístico y casi la dirección de todas sus escenas; el director, conocido por sus exigencias, la dejó manejarse a su aire; Michael Wilding, si bien enamorado de Wyman en la historia, mantuvo un "affair" con Dietrich; y Wyman, quien parece la más inocente, fue todo un dolor de muelas para el equipo entero. Es también el truco, el engaño del cine, tan bello a su manera...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Al igual que en la vida real, todo aquí es un reflejo. Jane Wyman, actriz difícil, caprichosa, celosa y asidua al berrinche, no toleraba destacar menos que la diva Dietrich, y eso quería: tener el protagonismo.
En Eve pone mucho de ella y también de la hija de Hitchcock (con quien guarda cierto parecido físico), y el puesto de actriz de pleno derecho que su álter-ego lucha por tener en la película lo gana en la trama de ésta a través del crimen; comienza así la maraña y el enredo, la ilusión de manipular, desde a un ingenuo detective a la criada de Charlotte e incluso a sus propios padres.
Pero, sin saberlo, Eve, disfrazada de criada suplente, también es engañada o manipulada por todos los que la rodean. La tela de mentiras se vuelve tan espesa con cada diálogo y aparición que la ambigüedad pasa a ser la maestra de ceremonias: el detective Smith no revela su nombre, la criada Nellie se aprovecha con el chantaje y la diva finge de manera magistral (al llegar los policías a su casa se recuesta en el diván y narra los hechos como transportándose al escenario; la cámara se aproxima en un suave travelling resaltando la saturación de luz blanca sobre su hermoso rostro, figurando los focos, divina actuación melodramática, magnificada con la bella fotografía del genio Wilkie Cooper).
Incluso el padre de la chica, aunque atrapado en la desesperación, parece disfrutar con todos los malentendidos y situaciones de peligro que ella va creando conforme su papel se dobla y triplica en otras identidades; éste además es interpretado por Alastair Sim, otro dolor de cabeza para Hitchcock por su afición a la improvisación, sin duda el mejor personaje de la película, e indisociable de su cine. Nunca faltará ese padre o anciano un poco bribón, entrañablemente inglés, capaz de dominar el miedo y con las frases justas para cada momento del mismo modo que la criada pérfida, el detective sagaz y coqueto y la madre que nunca tiene ni idea de lo que está pasando.
En realidad con quien más similitudes guarda el espectador es con este último personaje, que tiene siempre las evidencias e información delante pero no lo cree o no hace caso; nosotros, asistiendo a esta función, mitad divertida, mitad intrigante, también confiamos en tener toda la información, como Eve, sin embargo lo único real aquí es nuestro desconocimiento. A pesar de las casuales apariciones de un nervioso Cooper, a pesar de las cada vez más torpes artimañas de Charlotte, que sucumbe en un escenario tras observar la mancha de sangre en el vestidito de una muñeca, recordando esa prueba del crimen destruida, pero ella, engañada, piensa que no.
Vestido que Cooper tenía en su poder y que parece vital para determinar quién es o no culpable. Otro indicio del engaño en el mismo escenario: el vestido no significa nada, la prueba de la inocencia de la diva está en la letra de "Laziest Girl in Town" de Cole Porter, que Dietrich canta tan sensual y resplandeciente. ¿Qué se ha querido hacer aquí? En la novela Jonathan era indiscutiblemente inocente, la diva una actriz retirada y su manager el verdadero asesino; se cuentan verdades a medias de forma subjetiva y se imaginan situaciones que no así llevan a la verdad absoluta: Charlotte es la "femme fatale", la instigadora del Mal.
Batallando contra su esposa y Cook, el director retuerce la lógica de la narrativa y su maniobra de revelaciones paulatinas en boca de los personajes que contradicen sus actos y mentiras previos llega a la cúspide en las mismas bambalinas del teatro donde Cooper destapa su condición de cínico amenazante en una secuencia memorable dentro de un carruaje de atrezzo que anticipa el terror psicológico y la introspección asesina de "Psicosis".
La futura conversación entre Marion y Norman tiene aquí una temprana versión de contraluces "langianas" donde los ojos de Wyman y Todd expresan la verdad y la desolación tras tanto engaño. Hitchcock ha obrado su magia, nos ha tomado por idiotas, como Eve tomó por inocente a Cooper...
En Eve pone mucho de ella y también de la hija de Hitchcock (con quien guarda cierto parecido físico), y el puesto de actriz de pleno derecho que su álter-ego lucha por tener en la película lo gana en la trama de ésta a través del crimen; comienza así la maraña y el enredo, la ilusión de manipular, desde a un ingenuo detective a la criada de Charlotte e incluso a sus propios padres.
Pero, sin saberlo, Eve, disfrazada de criada suplente, también es engañada o manipulada por todos los que la rodean. La tela de mentiras se vuelve tan espesa con cada diálogo y aparición que la ambigüedad pasa a ser la maestra de ceremonias: el detective Smith no revela su nombre, la criada Nellie se aprovecha con el chantaje y la diva finge de manera magistral (al llegar los policías a su casa se recuesta en el diván y narra los hechos como transportándose al escenario; la cámara se aproxima en un suave travelling resaltando la saturación de luz blanca sobre su hermoso rostro, figurando los focos, divina actuación melodramática, magnificada con la bella fotografía del genio Wilkie Cooper).
Incluso el padre de la chica, aunque atrapado en la desesperación, parece disfrutar con todos los malentendidos y situaciones de peligro que ella va creando conforme su papel se dobla y triplica en otras identidades; éste además es interpretado por Alastair Sim, otro dolor de cabeza para Hitchcock por su afición a la improvisación, sin duda el mejor personaje de la película, e indisociable de su cine. Nunca faltará ese padre o anciano un poco bribón, entrañablemente inglés, capaz de dominar el miedo y con las frases justas para cada momento del mismo modo que la criada pérfida, el detective sagaz y coqueto y la madre que nunca tiene ni idea de lo que está pasando.
En realidad con quien más similitudes guarda el espectador es con este último personaje, que tiene siempre las evidencias e información delante pero no lo cree o no hace caso; nosotros, asistiendo a esta función, mitad divertida, mitad intrigante, también confiamos en tener toda la información, como Eve, sin embargo lo único real aquí es nuestro desconocimiento. A pesar de las casuales apariciones de un nervioso Cooper, a pesar de las cada vez más torpes artimañas de Charlotte, que sucumbe en un escenario tras observar la mancha de sangre en el vestidito de una muñeca, recordando esa prueba del crimen destruida, pero ella, engañada, piensa que no.
Vestido que Cooper tenía en su poder y que parece vital para determinar quién es o no culpable. Otro indicio del engaño en el mismo escenario: el vestido no significa nada, la prueba de la inocencia de la diva está en la letra de "Laziest Girl in Town" de Cole Porter, que Dietrich canta tan sensual y resplandeciente. ¿Qué se ha querido hacer aquí? En la novela Jonathan era indiscutiblemente inocente, la diva una actriz retirada y su manager el verdadero asesino; se cuentan verdades a medias de forma subjetiva y se imaginan situaciones que no así llevan a la verdad absoluta: Charlotte es la "femme fatale", la instigadora del Mal.
Batallando contra su esposa y Cook, el director retuerce la lógica de la narrativa y su maniobra de revelaciones paulatinas en boca de los personajes que contradicen sus actos y mentiras previos llega a la cúspide en las mismas bambalinas del teatro donde Cooper destapa su condición de cínico amenazante en una secuencia memorable dentro de un carruaje de atrezzo que anticipa el terror psicológico y la introspección asesina de "Psicosis".
La futura conversación entre Marion y Norman tiene aquí una temprana versión de contraluces "langianas" donde los ojos de Wyman y Todd expresan la verdad y la desolación tras tanto engaño. Hitchcock ha obrado su magia, nos ha tomado por idiotas, como Eve tomó por inocente a Cooper...