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Voto de Chris Jiménez:
5
Acción Pulovski (Eastwood) es un policía veterano y muy temperamental. David Ackerman (Charlie Sheen) es, por el contrario, un policía novato e inseguro. A pesar de sus diferencias, ambos deben trabajar juntos para atrapar a los asesinos de un colega de Pulovski, que pertenecen a una poderosa banda que se dedica a robar coches de lujo para venderlos de nuevo. (FILMAFFINITY)
23 de junio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"No es un simple trabajo...¡es una jodida aventura!".
Eso fue quizás lo que pensó el sr. Eastwood cuando decidió leer el guión escrito por Boaz Yakin y el mal guionista y peor director Scott Spiegel (uno de los miembros de honor de la familia Tarantino-Rodríguez).

La década de los '80, que pasó por ser la más extraña del cine del actor/director, había tocado a su fin y un nuevo período de madurez y reinvención empezaba, pero durante dicha transición aparecieron títulos flojos y perezosos que a uno le hacían dudar de la verdadera implicación de alguien como Eastwood en ellos, como "El Cadillac Rosa", o la última y vergonzosa entrega de la gastada saga de Callahan o éste que nos ocupa, situado en tierra de nadie entre dos obras personales y de mayor trascendencia como "Cazador Blanco, Corazón Negro" y "Sin Perdón", piedra de toque e iniciadora de esa nueva etapa de la que hablábamos.
Podría parecer a simple vista que las intenciones de un proyecto como "El Principiante" no fuesen más allá de las meramente comerciales, con el sano propósito del bueno Eastwood de ganar algo de dinero para acometer el que sería su "western" definitivo...y estaríamos en lo cierto. El problema es que no es sino una repetición del concepto de la "buddy movie" policíaca tan trillado en el momento; la película parece inclinada al drama en ese engañoso comienzo en el que se nos presenta a David Ackerman, un joven con pasado traumático a punto de entrar en el cuerpo de policía.

"Engañoso" pues todo atisbo de drama y profundidad se esfuman al entrar en escena un Eastwood con esos alardes de chulería (su frase de entrada: "¿Por qué coño no?") que retorna a su papel de agente de la ley intransigente, de métodos muy poco ortodoxos y que se mete por casualidad en un turbio asunto de robo de coches, compañero asesinado incluido (vaya, igual que Callahan), a lo que sigue una escena de acción espectacular y sin ningún sentido (el jefe de la operación es un tipo muy discreto y sin embargo se arma todo ese jaleo en mitad de la autopista...) que termina de marcar el tono del film. Eastwood, mientras, da a su Pulovski una imagen tergiversada y estrafalaria de su inspector de San Francisco (él desprecia el papel de los agentes de homicidios, que le apartan del caso).
Así encontraremos en él conexiones más visibles con el Ben Shockley de "Ruta Suicida", aunque arrancando a éste sus pulsiones más sombrías y desquiciadas; a partir de aquí sabemos muy bien lo que ocurrirá y pocas o ninguna sorpresa nos puede reservar el guión. Mientras se desarrolla una intriga propia del policíaco clásico (agente solitario, fracasado y en busca de venganza) unida a dosis bastante altas de comedia, la trama se detendrá en ocasiones para examinar (tampoco a conciencia) la personalidad de los protagonistas y su relación, donde el mero compañerismo mutará en una transmisión mucho más profunda.

Y es que Nick termina convirtiéndose en una especie de padre sustitutivo de David, cuyo padre original considera fuera de su vida, que le enseñará e instruirá (tal relación fue la misma que se dio entre Eastwood y Sheen durante el rodaje). Será entonces cuando, en el ecuador del metraje, la cómica trama se quiebre con el secuestro de Nick, lo que cambia su tono, tornándose oscura y violenta, rayando incluso el puro sadismo, de lo que será culpable esa controvertida secuencia donde el policía protagoniza una sesión sadomasoquista con la amante del villano (de nuevo Eastwood ve deshecha su imagen de "auténtico tipo duro americano" en manos de una mujer, como ya ocurría en anteriores ocasiones).
Este giro vendrá a servir a David de prueba de fuego para demostrar su coraje, determinación y aprendizaje ante todos, tanto es así que la transmisión de esos padre-hijo ficticios resulta en una auténtica exteriorización de similitudes que confirmará un doble o silueta de proyección compartida entre ellos (el espejo o la imagen especular, una de las señas de identidad del cine del director); de ahí que David "herede" de su mentor su impulsiva forma de ser, tan "al margen de la ley", y su habla soez y descacharrante (hasta repetirá literalmente frases ya mencionadas por Nick).

Los héroes se unen como estaba pronosticado, regresando la comedia, y Eastwood se concentra en ofrecernos un espectáculo de acción tan excitante como inverosímil (ojo a los diálogos a partir de aquí porque no tienen precio...), todo ello encaminándose a un tramo final más propio de Tony Scott o Walter Hill y rematado con ese gusto por el "efecto espejo" que alcanza a la misma estructura de la película de manera torpe y casi patética (estructura circular, con Nick y David intercambiando papeles). El actor, que también firma como director, destapa su lado más lúdico, sin cortarse a la hora de recurrir a sus gestos y movimientos más conocidos pero de un modo exagerado y paródico.
Junto a él, un visceral y casi simpático Charlie Sheen en una mala situación personal por su abuso de alcohol y drogas; la excitante Sonia Braga vuelve a colaborar con un correcto Raúl Julia (cualesquiera que fueran las razones que llevaron a contratar a un actor puertoriqueño para encarnar a un villano alemán son aún enigmáticas). Mientras, Tom Skerrit parece no saber muy bien que hace ahí y la preciosa Lara Flynn Boyle (nuestra eternísima Donna Hayward de "Twin Peaks") pasa, rauda como una bala, de ser una "mujer florero" a una peligrosa chica de acción.

Nada le hace a uno creer que un "thriller" tan tramposo, tópico y dado al más tonto humor forme parte de la filmografía de uno de los grandes cineastas americanos modernos, pero es cierto. Como los críticos ni el público del momento, que se encontraron a un envejecido Eastwood precipitándose a su degeneración a base de repetir los esquemas que antaño le dieron el éxito como héroe de acción.
Un borrón en su carrera, pero infinitamente más interesante que "La Lista Negra" y más divertido que "El Cadillac Rosa", pese a su excesiva duración.
Chris Jiménez
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