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Voto de marcsolabel:
8
19 de mayo de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Cuando aclamamos a nuestros héroes modernos, no nos podemos olvidar del camarógrafo… aquél teme-rario que desafía a la muerte para darnos fotos de los acontecimientos del mundo”.
Con ésta inscripción empieza el film, tal como si quisiera decirnos que el resto de metraje va a ser tratado seriamente, con rigor histórico y con un compromiso social e ideológico inescrutable.
En una hipotética filmoteca rural española, capitaneada por un cineasta pseudo-intelectual empeñado en em-prender la noble misión de culturalizar su pueblo, los espectadores (mayormente ancianos) se alzaron aterro-rizados ante la pantalla al observar la inscripción que daba pie a la película, arquearon la espalda más de lo que ya estaba y abrieron los ojos con mucha fuerza.
Permanecieron en silencio, rezumando miedo por todos los poros de su cuerpo, hasta que de pronto, decidie-ron pasar de la indignación a la acción:
- ¡Oh no! ¡Se avecina una aburrida película muda más! –exclamó el público despavorido.
- Estamos hartos del realismo poético del cine soviético y del realismo socialista del cine francés, ¿o era al revés? ¡Nos da lo mismo! Por favor Surinyac no nos hagas esto, ¡ofrécenos entretenimiento de verdad! –reclamaron con indignación.
- Tranquilos chicos, ¿pero es que no veis que es de Buster Keaton? –respondió Surinyac sosegadamente.
El público enmudeció y durante unos segundos siguió de pie, cabreado y arqueando la espalda más de la cuenta. No obstante, pronto desistieron al reconocer que no tenían nada más que hacer y decidieron conti-nuar viendo la película.
Acto seguido, una nueva inscripción apareció en la pantalla: “Pero hay otro tipo de fotógrafos”.
Exactamente, como estabais prediciendo, éste otro tipo de fotógrafo será el protagonista. Un protagonista que además de apolítico es absolutamente Loser (tímido, pobre, cobarde, patoso e inocente).
¿Entonces cuál es la gracia? –estaréis pensando.
Pues precisamente que su inhibición produce que todo el entorno gane vida propia. Las motivaciones del personaje (tan propias del cine clásico) dejan de ser el motor de la historia y en vez de ello pasan a ser las situaciones inciertas en las que éste se inscribe.
Con ésta inscripción empieza el film, tal como si quisiera decirnos que el resto de metraje va a ser tratado seriamente, con rigor histórico y con un compromiso social e ideológico inescrutable.
En una hipotética filmoteca rural española, capitaneada por un cineasta pseudo-intelectual empeñado en em-prender la noble misión de culturalizar su pueblo, los espectadores (mayormente ancianos) se alzaron aterro-rizados ante la pantalla al observar la inscripción que daba pie a la película, arquearon la espalda más de lo que ya estaba y abrieron los ojos con mucha fuerza.
Permanecieron en silencio, rezumando miedo por todos los poros de su cuerpo, hasta que de pronto, decidie-ron pasar de la indignación a la acción:
- ¡Oh no! ¡Se avecina una aburrida película muda más! –exclamó el público despavorido.
- Estamos hartos del realismo poético del cine soviético y del realismo socialista del cine francés, ¿o era al revés? ¡Nos da lo mismo! Por favor Surinyac no nos hagas esto, ¡ofrécenos entretenimiento de verdad! –reclamaron con indignación.
- Tranquilos chicos, ¿pero es que no veis que es de Buster Keaton? –respondió Surinyac sosegadamente.
El público enmudeció y durante unos segundos siguió de pie, cabreado y arqueando la espalda más de la cuenta. No obstante, pronto desistieron al reconocer que no tenían nada más que hacer y decidieron conti-nuar viendo la película.
Acto seguido, una nueva inscripción apareció en la pantalla: “Pero hay otro tipo de fotógrafos”.
Exactamente, como estabais prediciendo, éste otro tipo de fotógrafo será el protagonista. Un protagonista que además de apolítico es absolutamente Loser (tímido, pobre, cobarde, patoso e inocente).
¿Entonces cuál es la gracia? –estaréis pensando.
Pues precisamente que su inhibición produce que todo el entorno gane vida propia. Las motivaciones del personaje (tan propias del cine clásico) dejan de ser el motor de la historia y en vez de ello pasan a ser las situaciones inciertas en las que éste se inscribe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por ejemplo, en un momento dado, el protagonista es enviado por su empresa de noticiarios a cubrir la cele-bración del año chino en Chinatown. Entonces, cuando llega y saca la cámara, se produce un terrible tiroteo; y éste, sin saber qué hacer, comienza a rodar frenéticamente.
Cameraman es una película sin pretensiones políticas, ideológicas ni sociales. Es un film romántico aparen-temente convencional, rodado con una sencillez pasmosa, en que un hombre fracasado logra llegar al éxito y conquistar a su amada. Pero lo importante en éste film no es lo que consigue el hombre sino cómo lo consi-gue. Ahí se esconde la magia de la película.
Prácticamente todos los gags de la película, que escenifican el cómo mencionado con anterioridad, están tratados magníficamente; con una imaginación desbordante. Especialmente, los gags de la piscina y de Chi-natown. Por el contrario, la escena del campo de béisbol, además de soporífera es totalmente innecesaria y discordante con la unidad del relato.
No obstante, lo mejor siempre se reserva para el final. ¡Y menudo final! Nunca antes había visto uno en que el tópico de la Justícia Poética se produjera con tanta originalidad y con tanta relación con el propio título del film.
Cuando la película acabó, los espectadores de la filmoteca rural se levantaron aplaudiendo y dijeron a voces:
- ¡Tenias razón Surinyac! ¡Qué diversión y que entretenimiento! ¡Qué bueno era Buster Keaton!
Cameraman es una película sin pretensiones políticas, ideológicas ni sociales. Es un film romántico aparen-temente convencional, rodado con una sencillez pasmosa, en que un hombre fracasado logra llegar al éxito y conquistar a su amada. Pero lo importante en éste film no es lo que consigue el hombre sino cómo lo consi-gue. Ahí se esconde la magia de la película.
Prácticamente todos los gags de la película, que escenifican el cómo mencionado con anterioridad, están tratados magníficamente; con una imaginación desbordante. Especialmente, los gags de la piscina y de Chi-natown. Por el contrario, la escena del campo de béisbol, además de soporífera es totalmente innecesaria y discordante con la unidad del relato.
No obstante, lo mejor siempre se reserva para el final. ¡Y menudo final! Nunca antes había visto uno en que el tópico de la Justícia Poética se produjera con tanta originalidad y con tanta relación con el propio título del film.
Cuando la película acabó, los espectadores de la filmoteca rural se levantaron aplaudiendo y dijeron a voces:
- ¡Tenias razón Surinyac! ¡Qué diversión y que entretenimiento! ¡Qué bueno era Buster Keaton!