Pero llegamos al famoso bareto superguay, donde Tarantino aprovecha una escena para excitarse con la Hayek, y su amigo Rodriguez se la sirve en bandeja. A partir de esta estupida secuencia, totalmente falta de erotismo por mucho que lo intente, la película se convierte en un total desbarajuste de vampiros y cazavampiros del que sólo se salva el genial Cloney (un gran actor desaprovechado en gran medida por la penosa escasez de talento de los últimos años).
En fin, otra muestra más del cine descuidado para mentes sencillas de la mano de Quentin y Rodriguez, los dos grandes coleguitas de Hollywood.