Sin duda, estamos ante una película que gira en torno total y absolutamente de una estrella ya reconocida y absoluta de estos que llamamos Séptimo Arte: Lawrence, Jennifer. Ella aglutina toda la película, la hace crecer o la paraliza. Magnífica siempre ante la cámara, sin tener que esforzarse, ese es don. Aquí se rodea del omnipresente Joel Edgerton, en un papel que merecería un actor de más empaque, creo yo, de un siempre interesante Irons, una ya envejecida pero magnífica Rampling y una sorprendente Mary-Louise Parker, una actriz que creo se ha desaprovechado estos últimos años. La trama es de espionaje puro y duro, los mejores momentos son aquellos en los que Jennifer decide mostrar su anatomía. Las escenas de acción muy bien resueltas, así como ese paseo por Budapest y Moscú, mostrándonos una Rusia que parece aún sumergida en la oscura URSS. La parte más negativa, un final que pretende epatar y se vuelve confuso y, finalmente, predecible, de tanto retorcerse sobre sí mismo. Por encima de todo, ella, la estrella absoluta.