Con esos personajes y esa puesta en escena de telefilm de sobremesa con atmósfera de "El Sexto Sentido" (odio compararlo pero no puedo evitarlo), Sam Raimi salva su trabajo gracias en parte al desarrollo de la trama con algun que otro giro argumental pero no como para saltar del sofá engullido por el miedo, sinó más bien por la siesta (ese sueñecito de sábado o domingo por la tarde que te viene después del almuerzo).
Puede tener buenos momentos pero lo imperdonable es esa música de fondo de violín rayado propio de un film de aventuras de raíces celtas que no de misterio.
Ni que decir que la presencia fantasmagórica de Katie Holmes es menos creíble que una trucha posada en un árbol. El resto del reparto (notables Reeves y Ribisi, especialmente) convence lo suficiente como para no apagar el televisor o abandonar la sala.