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Voto de Natxo Borràs:
7
Drama Inglaterra, 1930. Versión actualizada del drama homónimo de Shakespeare. Ricardo III, un hombre al que la naturaleza le ha negado todo encanto físico, vive dominado por la ambición de poder. La conspiración, el crimen y el engaño son sus armas naturales; y la piedad, la compasión y la amistad sólo artimañas para someter a quienes le rodean. (FILMAFFINITY)
17 de marzo de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Destacada aunque enésima versión de la famosa pieza de William Shakeaspeare con la aportada guinda de que el director Richard Loncraine (Firewall) traslada la acción a una Inglaterra intemporal (aunque podría situarse en la II Guerra Mundial) donde todo signo de institución es militarizado herméticamente por una monarquía totalitaria. Los cielos de York se nublan de sangre cuando en tiempos de paz Ricardo de Gloucester (Ian McKellen), tullido y corrompido por la codicia, conspira contra su hermano George, duque de Clarence (Nigel Hawtorne) y su, hermano mayor, el mismo rey Eduardo IV (John Wood). Su ascenso al poder será irrefrenable así como sus ansias de poder que demostrarán su maldad frente al mundo y una animadversión por parte de los que le rodean, incluso por su propia madre, la Duquesa de York (Maggie Smith) y su cuñada, ya viuda, la Reina Elizabeth (Annette Bening).

Mostrar una Inglaterra totalitaria, propia de la Alemania de Hitler, es el punto fuerte que acentúa ésta adaptación de la obra de Shakeaspeare: un tullido ambicioso que aspira a Rey y que acabará con su propia familia, cueste lo que cueste. Evidentemente, no superará la versión que adaptó Sir Lawrence Olivier en 1955 pero su puesta en escena, un escenario propio de la Europa castigada por las grandes guerras del siglo XX, la adecua a las circunstancias de la época. Y solo faltan los personajes. Y en éste aspecto Loncraine contó con un reconocido reparto (soberbios Ian McKellen, Annette Bening y Kristin Scott Thomas secundados por Jim Broadbent y Robert Downey Jr. Y Maggie Smith) para escenificar la perdición de los hombres en su interminable lucha, y sus más metódicos métodos, para acceder al poder.
Natxo Borràs
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