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Voto de Natxo Borràs:
6
Musical Cinco años más tarde la fiebre de la noche de Tony Manero continúa. Tony lucha a brazo partido entre el pluriempleo y su vocación de bailarín, intentando triunfar en su ansiado y dorado Broadway. (FILMAFFINITY)
1 de enero de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿En qué pensaban, años ha, los actores y directores propensos a la comercialidad y expansión de su productos destinados exclusivamente al entretenimiento de entar y salir de la sala con el fin de haber pasado una buena tarde sábado? Por asombroso que pueda resultar en los ochenta de “Flash Dance”, “Foot-Loose”, “Beat Street” o la ya tardía “Dirty Dancing” (películas apoyadas por la irrupción en la televisión de la serie, más tomada en serio, “Fama”, inspirada en el mismo título de un film que Alan Parker rodó en 1980), el buenhumorado Sylvester Stallone, con tres “Rockys” y un “Rambo” a sus espaldas, sin olvidar de una nada desdeñable interpretación en títulos como “F.I.S.T: Símbolo de Fuerza” (1978) de Norman Jewison, se apuntó a la moda con la intención de encabezar el que sea uno de los musicales, o tal vez, proyectos de musical coreógráfico más ignorados por el mal de ojo que producía ver ya demasiado sudor, poca chicha, piernas de aeróbic embutidas en malla al son de la música de radiocassette. Todo eso agravado con el aprovechamiento de Tony Manero (John Travolta) un personaje víctima de la moda de la música disco que antes que luchar por su madurez insiste en encontrar un hueco en los escenarios de Broadway, creyendo que va a alcanzar su ego.

Ya no es el Manero de antes (aunque en algunas secuencias regresa a la nostalgia de las antiguas calles de Brooklyn), trabaja de camarero en locales nocturnos, vive en un antro ecónomico pero tiene una novia (Cynthia Rhodes) que le consiente sus “affaires” con otra chica (Finola Hughes) reina del espectáculo y que vive de la gloria y el lujo que muchos querrían tener.

Dentro de lo malo en calidad Stallone sentaría cabeza explotando sus boxeadores de buen corazón, boinas verdes perdidos en la selva y policías tipo “Cobra” con cara de palo, pero Travolta se postraría en un coma bastante profundo… Porque, con el despertar de “Pulp Fiction” (1994) de Quentin Tarantino, se puede decir que su carrera de actor se daba por terminad. La suerte de unos pocos por culpa de un film musical que lo dilapidó y que actualmente uno puede disfrutar para divertirse y escuchar las alegres melodías de unos Bee Gees que, en los ochenta, ya empezaban también a pasarse un poco de moda.
Natxo Borràs
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