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España España · Madrid
Voto de J C:
9
Drama Francia, años 50. Laurent Chevalier es un chico de catorce años que comienza a descubrir la vida. Su padre lo ignora, su madre lo venera y sus hermanos combinan gestos de cariño con el abuso propio de los mayores. En poco tiempo, Laurent pasa de ser virgen a tener una experiencia frustrada con una prostituta y a sufrir los intentos de seducción de un cura. Cuando se le detecta un soplo al corazón, Laurent, acompañado de su madre, irá a ... [+]
31 de marzo de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia podría contarse de muchas formas, y probablemente ya se ha hecho, antes y después de que Louis Malle decidiera rodar esta hermosa película en 1971. Seguramente no era nuevo para el cine abordar en imágenes la iniciación de un joven al deseo, su asombrado descubrimiento del sexo y sus repliegues, del amor como expresión artística y humana. Pero quizá no se había hecho de este modo poético y contemplativo, utilizando la sobriedad como medio y la sutileza como instrumento de precisión.
Toda la película se articula en torno a una búsqueda, la de Laurent, el protagonista, un adolescente francés sumergido en plena década de los cincuenta, con el fondo de la guerra de Indochina y la caricia del jazz como bálsamo contra la indiferencia de su padre y la petulancia de sus hermanos mayores. Sólo la fascinación que siente por su madre italiana, interpretada por la maravillosa Lea Massari, va alimentando el deseo que no llega a culminar en las mujeres que va frecuentando a lo largo de esa búsqueda serena e incesante de la belleza. Insisto en que todo esto podría contarse de un modo mucho más mórbido, pero Malle prefiere la poesía al exceso y le sale bien el propósito, pergeñando una película más cercana a lo lírico que a lo épico.
Secuencias de una belleza plástica tan intensa como el baño de la madre de Laurent (repito, espléndida Lea massari), ante los fascinados ojos del adolescente que la mira, hijo y enamorado, Edipo redimido por la ternura de ese momento especial e incomparable, convierten esta película en una experiencia única. Es curioso
que, años más tarde, en la igualmente sublime “Atlantic City”, Burt Lancaster observará con idéntica fascinación a Susan Sarandon mientras se lava. ¿Casualidad?
Los ojos del protagonista, Laurent, su callado amor por la madre que lo ama, su secreto deseo de poseerla, nos van dando a retazos las claves de una historia que va creciendo a medida que la pasión del chico. Pero Malle no se recrea en la morbidez de la situación, todo fluye de una manera natural, como las obras de arte, igual que esos lienzos que parecen pintados por la mano de un niño. Creo que ahí está la grandeza de esta película, su profunda inocencia, su bella ingenuidad, que la convierten en una historia de amor, la crónica del instante sublime que es su desenlace, la realización del deseo en su máxima expresión. “Ha sido algo muy tierno que no se repetirá”, sentencia Lea Massari, perpleja y fascinada ante el milagro que acaba de producirse. Y nosotros sabemos que aunque no se repita, el instante será único y quedará ahí para siempre, como la estela de un verso inextinguible.
J C
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