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Voto de J C:
8
Voto de J C:
8
6,2
86.089
Ciencia ficción. Aventuras. Thriller
Lo que en el pasado fueron los Estados Unidos, ahora es una nación llamada Panem; un imponente Capitolio ejerce un control riguroso sobre los 12 distritos que lo rodean y que están aislados entre sí. Cada distrito se ve obligado a enviar anualmente un chico y una chica entre los doce y los dieciocho años para que participen en los Hunger Games, unos juegos que son transmitidos en directo por la televisión. Se trata de una lucha a ... [+]
10 de mayo de 2012
10 de mayo de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo tremendamente perturbador en Los juegos del hambre, una suerte de retorcimiento que a pocos minutos de su inicio nos convence de que no estamos ante la típica obra de fantasía futurista, sino ante algo mucho más sólido y coherente. Porque una de las mejores bazas de esta película, mezcla de cuento medieval y metáfora del espectáculo televisivo donde todo vale con tal de atraer audiencias y darles lo que piden (el clásico pan y circo de los romanos) es su fuerza narrativa, su enorme poder de convicción en aras de un realismo enérgico y carente de artificios.
Supongo que a estas alturas el argumento de Los juegos del hambre es sobradamente conocido: en un hipotético futuro, los Estados Unidos están divididos en distritos gobernados por una dictadura que basa su poder en el espectáculo televisivo, concretamente en un torneo anual donde el premio es salvar la propia vida. Y si en el cuento clásico el dragón exigía como tributo a una muchacha joven y hermosa a cambio de no destruir el reino, aquí el monstruo es la televisión y la moneda son adolescentes cuyo único delito ha sido tener hambre.
Sospecho que el ‘bestseller’ de Suzanne Collins que inspira la película tendrá mucho de esa blandura estridente y sentimentalismo barato que tanto gusta a cierta clase de público, pero aunque la mano de la autora, presente en el guión, se atisba levemente en alguna secuencia, intuyo que Gary Ross ha sabido depurar con destreza tales vicios y despojar a la historia de su condición de pastiche.
Ese elemento nos da, por tanto, un filme muy bien realizado, que huye de la acción gratuita en que suele recaer este género, realmente inquietante y con momentos sobrecogedores en que asoma un cine de talento y altura. Una película donde la alegoría fantástica clásica se entrecruza con la denuncia del espectáculo a toda costa, caiga quien caiga, con reminiscencias de la antigua Roma (no en vano hay un Capitolio, un César y un Séneca), sin olvidar que los héroes de la función son, al fin y al cabo, nuevos gladiadores en busca del modo más eficaz de salvar la vida.
Supongo que a estas alturas el argumento de Los juegos del hambre es sobradamente conocido: en un hipotético futuro, los Estados Unidos están divididos en distritos gobernados por una dictadura que basa su poder en el espectáculo televisivo, concretamente en un torneo anual donde el premio es salvar la propia vida. Y si en el cuento clásico el dragón exigía como tributo a una muchacha joven y hermosa a cambio de no destruir el reino, aquí el monstruo es la televisión y la moneda son adolescentes cuyo único delito ha sido tener hambre.
Sospecho que el ‘bestseller’ de Suzanne Collins que inspira la película tendrá mucho de esa blandura estridente y sentimentalismo barato que tanto gusta a cierta clase de público, pero aunque la mano de la autora, presente en el guión, se atisba levemente en alguna secuencia, intuyo que Gary Ross ha sabido depurar con destreza tales vicios y despojar a la historia de su condición de pastiche.
Ese elemento nos da, por tanto, un filme muy bien realizado, que huye de la acción gratuita en que suele recaer este género, realmente inquietante y con momentos sobrecogedores en que asoma un cine de talento y altura. Una película donde la alegoría fantástica clásica se entrecruza con la denuncia del espectáculo a toda costa, caiga quien caiga, con reminiscencias de la antigua Roma (no en vano hay un Capitolio, un César y un Séneca), sin olvidar que los héroes de la función son, al fin y al cabo, nuevos gladiadores en busca del modo más eficaz de salvar la vida.