Haz click aquí para copiar la URL
España España · Breña Baja
Voto de burrito:
8
Western El sheriff Robert mata por accidente al hijo de uno de los pistoleros de la ciudad. Ante tal escándalo, el pistolero intentará vengarse raptando así al hijo del sheriff. (FILMAFFINITY)
19 de febrero de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debut en la dirección de Rafael Romero Marchent, presentando unas credencias desbordantes de talento.

El film arranca magníficamente con unos títulos de crédito teñidos de la sangre inocente que se acaba de derramar, durante los cuales acontece una secuencia onírica de persecución que concluye abruptamente con un desasosegante despertar. Ello, unido a que poco tiempo más adelante comprendamos que en realidad ese sueño se trataba de un flash-back, sintetizan con una enorme economía de medios el perfil psicológico de este personaje.

Es muy ingeniosa la presentación de las dos parejas protagonistas, con una secuencia que finaliza con Craig Hill y Gloria Milland subidos en un carromato, e inmediatamente seguida de otra, que nos incita a pensar que son ellos mismos viajando en la lejanía, hasta que se acercan y comprobamos que se trata de dos jóvenes enamorados y a su vez amigos de los primeros, con quienes se encuentran. Este mismo recurso, de cambio sorpresivo de secuencia, es el que tiene lugar cuando el ayudante del sheriff se presenta para llevarse al hijo de Dan Murphy, y a continuación este último ya está manifestándole a su mujer su rotunda oposición a esta partida.

Otro ejemplo más de la sabiduría del segundo de los hermanos Romero Marchent, que en absoluto le va a la zaga a Joaquín Luis, es la soberbia elipsis temporal que se marca tras la marcha del niño, valiéndose para ello de elementos climatológicos como señal del cambio de estación -lluvia torrencial, viento golpeando la puerta del granero, chimenea encendida-, que explican cómo ha sido posible llegarse a ese grado de desestructuración del núcleo familiar. Las montañas de la zona del pueblo del sheriff Roger aparecen cubiertas de nieve cuando Dan acude en busca del chaval, cuando no estaban nevadas a la llegada del pequeño a esa localidad, otro exponente del impoluto rigor de esta elipsis.

El gran trabajo realizado a la hora de perfilar la moralidad de los principales intérpretes -excepcional la escena de Miriam suplicándole a Roger, con el hombre sin apenas ser capaz de mirarla de frente sabedor de su inmundicia-, deviene en la justificación de las elevadas dosis de violencia -que no son gratuitas en absoluto-, conservando además el pudor mediante el uso del plano contra plano (dejando fuera de campo a los que van a morir, en el momento preciso de recibir los impactos de bala), o bien rodando estas escenas en plano general. Tres de ellas destacan sobremanera por su sobresaliente planificación:
-En la primera, vemos un plano con uno de los malos de la función a punto de apretar el gatillo, pasándose a un primer plano de su indefenso contrincante, durante el cual oímos el disparo, y a continuación se cambia de nuevo de plano para mostrarnos a otro sujeto, que ha sido quien ha disparado antes, consiguiendo salvar in extremis a su yerno. Pero ahí no queda la cosa, pues el director madrileño aun tiene la genialidad de hacer caer de bruces al muerto sobre la única zona embarrada que había, dejando claro así su posicionamiento ético.
-La segunda, -precedida de una solemne escena funeraria como claro ejemplo de la calma que precede a la tempestad- está filmada en plano general y ambiente nocturno de ténue iluminación, con los asesinos avanzando de espaldas y oyendo el sonido de sus tiros. Será el cambio de tonalidad de los ladridos de un perro, lo que nos anticipe la brutalidad que están a punto de cometer.
-La última está rodada de nuevo en base a contraplanos del agredido después de recibir cada uno de los balazos, y los planos del atacante disparando, que se van difuminando progresivamente a medida que se le aproxima el moribundo, con la estocada final de espaldas al espectador como muestra de piedad.

El sadismo de los malhechores -formidable es el plano de sus sombras reflejadas en la pared de la prisión, cual espíritus malignos-, queda subrayado por el hecho de que nunca concederán la más mínima posibilidad de salvación a cada una de sus víctimas, todo lo contrario que cuando son ellos los que resultan abatidos, en donde los contendientes siempre parten en situación de igualdad de oportunidades -como en el juego de los dos revólveres, antesala de un antológico duelo-.

No hay crueldad física que pueda superar el dolor causado por la imposibilidad de lograr el amor de un hijo, en uno de los finales más desgarradores de la historia del cine.

Es una pena que la aportación del cine español al eurowestern no haya sido reconocida en su justa medida, tanto por haber sido los pioneros, como por disponer de una serie de cintas -como la que nos ocupa- que son auténticos top en el género.
burrito
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow