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Voto de Francesca:
5
Voto de Francesca:
5
7,4
38.958
Comedia. Drama
En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
6 de enero de 2014
6 de enero de 2014
175 de 249 usuarios han encontrado esta crítica útil
Constrasta la gran riqueza visual con la enorme pobreza espiritual de los personajes retratados. “Soy rica”, dice una de las mujeres a la pregunta de Jep sobre qué hace en la vida. Y así es, vive la vida sin preocupaciones y sin sustancia más que ella misma; se dedica de hecho a hacer fotos de ella que cuelga en Internet y que recibe buenos comentarios de sus “amigos de Facebook”.
Jep está cansado de este mundo, pero a la vez no sabe, no quiere salir de él. Queda entonces el cinismo, esa venganza irónica que nos tomamos sobre las cosas que no queremos en el fondo eliminar.
La primera parte (digamos, la primera hora y media) cautiva por la fotografía, esa luz ocre y cálida que baña los edificios y monumentos de la Ciudad Eterna. Los restantes 60-70 minutos sobran, pues resultan una repetición de lo anterior: fiestas, happenings, tugurios y diálogos huecos sobre la vida. Ciertamente, este es el tema de la película (la vacuidad, cierta nostalgia, la desidia, la pereza, la lujuria…), pero no se puede hacer una historia sobre el aburrimiento aburriendo a la gente. En realidad, ese es el dilema de Jep, a quien le gustaría escribir un libro sobre la nada, ¿pero cómo hacer algo con la nada si nada es? Nada mejor que revestir esa nada con ricos ropajes, a modo de lo que hacen los personajes de esta curiosa fauna.
Sin embargo, el exceso de oropeles mostrado satura y no aportan nada más a la narración, demasiado lineal y carente de frescura. Es decir, la vacuidad acaba siendo atribuible tanto a los personajes descritos, como al film mismo. ¿Adónde nos quiere llevar?
La narración se basa de hecho en un barrido de la ciudad y sus gentes, o mejor dicho, algunas de sus gentes, una clase que vive en otro mundo, siempre en terrazas (arriba) o en sótanos (algunos de los locales), pero nunca a pie de calle, con la gente “normal”. Gente que deambula por la noche, por “su” noche, pues al igual que los nobles que se alquilan a sí mismos para asistir a fiestas, el resto de los personajes vive en ese microcosmos que ha creado y del que no quieren/saben salir.
Vienen a la mente varios paralelismos en el cine: Amarcord, Casanova… por su lado excesivo; también de Fellini La dolce vita, por el personaje central, también un periodista, pero en este caso, al final de su carrera. El vientre del arquitecto (Peter Greenaway), que deja su impronta en imágenes bellas y rebuscadas.
Así con todo, deja un regusto de amarga melancolía, como si sintiéramos pena de tanto desperdicio de vidas inútiles.
Jep está cansado de este mundo, pero a la vez no sabe, no quiere salir de él. Queda entonces el cinismo, esa venganza irónica que nos tomamos sobre las cosas que no queremos en el fondo eliminar.
La primera parte (digamos, la primera hora y media) cautiva por la fotografía, esa luz ocre y cálida que baña los edificios y monumentos de la Ciudad Eterna. Los restantes 60-70 minutos sobran, pues resultan una repetición de lo anterior: fiestas, happenings, tugurios y diálogos huecos sobre la vida. Ciertamente, este es el tema de la película (la vacuidad, cierta nostalgia, la desidia, la pereza, la lujuria…), pero no se puede hacer una historia sobre el aburrimiento aburriendo a la gente. En realidad, ese es el dilema de Jep, a quien le gustaría escribir un libro sobre la nada, ¿pero cómo hacer algo con la nada si nada es? Nada mejor que revestir esa nada con ricos ropajes, a modo de lo que hacen los personajes de esta curiosa fauna.
Sin embargo, el exceso de oropeles mostrado satura y no aportan nada más a la narración, demasiado lineal y carente de frescura. Es decir, la vacuidad acaba siendo atribuible tanto a los personajes descritos, como al film mismo. ¿Adónde nos quiere llevar?
La narración se basa de hecho en un barrido de la ciudad y sus gentes, o mejor dicho, algunas de sus gentes, una clase que vive en otro mundo, siempre en terrazas (arriba) o en sótanos (algunos de los locales), pero nunca a pie de calle, con la gente “normal”. Gente que deambula por la noche, por “su” noche, pues al igual que los nobles que se alquilan a sí mismos para asistir a fiestas, el resto de los personajes vive en ese microcosmos que ha creado y del que no quieren/saben salir.
Vienen a la mente varios paralelismos en el cine: Amarcord, Casanova… por su lado excesivo; también de Fellini La dolce vita, por el personaje central, también un periodista, pero en este caso, al final de su carrera. El vientre del arquitecto (Peter Greenaway), que deja su impronta en imágenes bellas y rebuscadas.
Así con todo, deja un regusto de amarga melancolía, como si sintiéramos pena de tanto desperdicio de vidas inútiles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
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La grande belleza ha recibido numerosos premios en 2013, entre los cuales:
- Globos de Oro: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
- Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes a concurso
- 4 Premios del Cine Europeo, incluyendo Mejor película y director.
Su director, Paolo Sorrentino (1970) es también autor de This Must Be the Place (2011), un drama protagonizado por Sean Penn que cuenta la historia de una estrella de rock decadente y anclada en el pasado, que emprende un viaje para buscar al padre y descubrir que este había sido prisionero de Auschwithz. También en este caso, la historia, llamativa al principio, acaba alargándose y perdiendo el hilo conductor.
La grande belleza ha recibido numerosos premios en 2013, entre los cuales:
- Globos de Oro: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
- Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes a concurso
- 4 Premios del Cine Europeo, incluyendo Mejor película y director.
Su director, Paolo Sorrentino (1970) es también autor de This Must Be the Place (2011), un drama protagonizado por Sean Penn que cuenta la historia de una estrella de rock decadente y anclada en el pasado, que emprende un viaje para buscar al padre y descubrir que este había sido prisionero de Auschwithz. También en este caso, la historia, llamativa al principio, acaba alargándose y perdiendo el hilo conductor.