Después de cuatro temporadas Prison Break llegó a su fin. Y ya era hora. Llegados a ese punto la serie ya no tenía ninguna necesidad de continuar. La originalidad de su sorprendente primera temporada había dado paso a un desarrollo cada vez más increíble y funcional.
La primera temporada sorprendió con un a muy original trama carcelaria. Michael Scofield provoca su entrada en prisión con el plan de sacar a su hermano, condenado a muerte injustamente, de allí. A partir de ahí comienzan las aventuras, vamos conociendo a todo un amplio abanico de personajes clásicos del mejor cine carcelario, y nos adentramos en una trama tan bien Armanda como sorprendente. Cada capítulo es un prodigio de tensión y ritmo y siempre nos lleva al final con un nudo en la garganta. La temporada culmina de forma brillante.
La segunda temporada se desarrolla fuera de los muros de la cárcel, y en esta ocasión se trata de una huida constante a través de todo el país. Aquí seguramente se pierde toda la capacidad de sorpresa y el desarrollo de la historia es bastante más convencional, pero la serie nunca pierde su ritmo trepidante. Además la aparición de nuevos personajes provoca nuevas subtramas y giros sorprendentes. Y a partir de aquí se acaba lo bueno.
En la tercera temporada se vuelve al interior de una prisión, esta vez en Panamá, y otra vez se trata de una fuga. Y aunque debido a la huelga de guionistas la temporada tenía solo trece capítulos, resultaba mucho más reiterativa y cansina. El ingenio y las sorpresas ya carecían de la fuerza de la primera temporada.
La cuarta y última temporada da una de cal y otra de arena. Hay dos partes bien diferenciadas. La trama pierde toda su credibilidad aunque algunos capítulos recuperan el buen pulso de la primera parte. En cualquier caso la cosa se alarga hasta cotas absolutamente innecesarias.
La serie lanzó a la fama a Wentworth Miller, un actor que quizás lo tenga difícil para encontrar un nuevo personaje a su medida. Pero son quizás las presencias de William Fitchner como Mahone y Robert Kneeper como T-Bag, las que más puede recordar el espectador.
Prison Break es una de esas series brillantes y entretenidas que en su afán de explotar la gallina de los huevos de oro, pierde toda su esencia inicial.