Creo que esta es la primera adaptación de la novela de Gaston Leroux, realizada hace nada menos que 82 años. Atreverse en aquella época con una película tan ambiciosa ya es un mérito.
Este fantasma de la opera tiene muchas virtudes, pero también defectos propios del cine mudo que a mi me distancian mucho de la historia.
La atmósfera oscura está perfectamente reconstruida. La espectacular dirección artística y la fotografía son más que notables. Podemos decir que el envoltorio es de lujo, siempre teniendo en cuenta la época en la que se rodó. Hay secuencias brillantes en ese sentido, como la inicial del film, o la persecución final por las calles de París.
También se agradece que en hora y media se cuente lo que otros han contado en mucho más tiempo. El guión es conciso y no pierde el tiempo en nada que no sea lo esencial para narrar la historia.
Pero yo tengo un problema con los actores. Ya se que la caracterización de Lon Chaney es brillante, pero me pone de los nervios los excesos y la teatralidad, no solo suya sino de todos los actores. Tienen que expresar muchas cosas sin usar la palabra y eso supongo que es difícil de hacer, pero a mi me distancia totalmente de la historia. Lejos de la naturalidad de genios de la comedia como Buster Keaton, en este caso hay un muro insalvable entre estos interpretes y yo como espectador.