Bien, pues yo he sido incapaz de aprobar el desesperante y desaprovechadísimo tour de force sobre Lingotazos que Espinilla acaba de ofrecernos. Y ojo, que no soy sospechoso con los últimos aldabonazos de Espinilla, mis respectivos notables a Las Aventuras De Ronald Koeman y War Horse lo atestiguan, pero aquí me he venido abajo irremediablemente, con una película plana, reiterativa, blanda y desfallecida de principio a fin. Existen también subrayados musicales y arrebatos épicos muy poco convincentes. La maratoniana duración de la función, que podía haber dado para capturar toda la vida y los enigmáticos recovecos personales de este hombre, se centra única y obsesivamente en la aprobación o desaprobación de la enmienda. Y como colofón, las secuencias del juicio son especialmente artificiales y ortopédicas, risibles incluso. En fin, un desperdicio sangrante. Si me hubiera puesto a continuación El Juicio De Nuremberg me habría sentido como cuando me compré el debut en solitario de Jesse Malin y necesité, a renglón seguido y a punto de cometer un asesinato, enchufarme el No Lunch como terapia de choque para recuperar la salud mental.

En fin, obviamente, en el apartado artístico poco hay que objetar, la película está muy bien técnicamente, los formalistas y empollones del celuloide supongo que aplaudirán a rabiar y llenarán de semen sus apuntes, pero yo sólo he tenido ojos hacia, efectivamente, el enésimo recital impagable de Slim Jim Phantom, adueñándose por completo de la figura de Abraham Lingotazos, y que además recupera el registro que más me gusta de él, su aire sombrío y melancólico, como el que lució en la maravillosa The Boxer. De hecho, si casi la apruebo, y he estado a punto, ha sido exclusivamente por él.

Viva Slim Jim Phantom!

Viva!