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Voto de TOM REGAN:
8

Voto de TOM REGAN:
8
7,8
1.879
Drama. Comedia
La familia Yoshii se traslada a vivir a un suburbio de Tokio para que el padre esté más cerca de su trabajo. Los dos hijos deben adaptarse a la nueva escuela, pero se encuentran con la hostilidad de un grupo de chicos entre los que está Taro, el hijo del señor Iwasaki, jefe de su padre. Convertidos finalmente en los líderes del grupo, cuando descubren la actitud servil de su padre hacia su jefe deciden organizar una original huelga infantil. (FILMAFFINITY) [+]
19 de agosto de 2021
19 de agosto de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
302/12(15/08/21) Deliciosa comedia japonesa (extrañamente muda para ser de 1932, 5 años después de llegar el cine sonoro, pero es que a Ozu le costó incorporar el sonido a sus films) que en su tramo final vira al drama doméstico sobre el despertar de la inocencia. Dirigida con gran sentido costumbrista por Yasujirō Ozu, con guión propio junto a Akira Fushimi, siendo el núcleo dos hermanos pequeños que se mudan con sus padres a un barrio de la periferia en Tokio, los querubines tiene en un pedestal a su padre, un oficinista, que por las lecciones morales que intenta infundirles este lo tienen como referente de futuro, pero la realidad les topa en la cara, dejando un final agridulce.
Siendo una encantadora y sugerente reflexión sobre el mundo de la niñez en paralelismo con el de los adultos, con situaciones que el director hábilmente asimila para veamos lo parecido de los dos mundos. Un acercamiento a la vida familiar, a la clase media (algo muy de Ozu), a la educación, a la iniciación, ello en confrontación con la vida de los mayores, llena de anhelos y frustraciones, donde hay cabida para tratar el clasismo, las jerarquías, y la demagogia entre adultos. Todo esto visto desde la perspectiva infantil, los ojos ingenuos e inocentes frente a la realidad. Ello en un mantra muy de Ozu, como es el choque generacional, donde el humor está salpicado: como esas muertes fingidas, ese soborno al cervecero, esos niños falsificando las notas, o esa fenomenal transición en que los bostezos de los niños en clase se funden con los de los empleados de la oficina, como Taro limpiando el suelo antes de hacerse el muerto para no ensuciar su ropa nueva, o el pequeño de la pandilla llevando un cartel en la espalda advirtiendo que no se le debe dar nada de comer por estar enfermo, el niño que se jacta de que su padre es ‘el más importante’ por ser capaz de quitarse los dientes, las muecas del pequeño Keiji burlándose de sus rivales, o el running-gag con los huevos de codorniz como especie de espinacas para Popeye.
Estos niños son una delicia en su naturalidad y frescura (excelente casting, sobre todo el de los hermanos protagónicos, con una expresividad fascinante, emitiendo gran ternura) que emiten espontaneidad, chicos traviesos, cabezotas, temerosos, manipuladores, curiosos, egoístas, lo que se llaman niños normales en periodo de aprendizaje de la vida. Niños que desprenden dulzura, cuando se juntan con una pandilla recuerdan indefectiblemente a los de la serie de cortos cómicos ‘Our Gang’ creados por el genio del humor Hal Roach, y que arrancaron en 1922, donde el slapstick está en su metraje dosificado.
Ozu muestra ya de elementos se convertirán en leitmotiv de su cine, como la cámara baja, llamados ‘Tatami shot’ (en consonancia con la mirada en este caso de los niños), tomas de transición llamadas ‘Tomas Muertas’, el constante paso de trenes y los planos de ropa tendida al sol, como vemos en el plano de Yoshii realizando sus ejercicios matutinos antes de afrontar una nueva jornada de trabajo, las tomas fijas coronadas por suaves travellings. Aunuqe se nota aún en fase de asentarse en su estilo, pues no hay la obsesión por las tomas simétricas, se nota menos dogmatismo en este sentido, primando un dinamismo que no tuvo su posterior filmografía (sobre todo la de post-guerra).
La familia Yoshi se acaba de mudar a los suburbios de Tokio, cerca de donde se aloja el jefe directo del padre Kennosuke (excelente Tatsuo Saitō), Iwasaki (Takeshi Sakamoto). Se supone que los dos hijos pequeños de Kennosuke, Keiji y Ryoichi (Tomio Aoki y Hideo Sugawara), irán a la escuela, pero debido a las amenazas de un grupo de matones del vecindario y de la escuela, deciden faltar a clases, esta sub trama viene a ser una alegoría del darwinismo social, de como hay que escalar en la escala social mediante el ingenio, donde predomina las jerarquías en clara similitud con los mayores; Después de que el maestro habla con su padre, Keiji y Ryoichi no tienen más remedio que ir a la escuela. Intentan comer huevos de gorrión para fortalecerse para poder vengarse de los niños, pero un repartidor de cerveza, Kozou (Shoichi Kofujita). Uno de los niños del vecindario es Taro (Seiichi Kato), cuyo padre es Iwasaki, jefe de Kennosuke.
Todo esto desarrollado con fluidez, en base en viñetas que destilan simpatía, donde la cámara juega con elementos visuales a modo de expresión emocional (sustituyendo en parte al diálogo), las miradas, los gestos, las manos, los huevos de codorniz, etc. Con ese claro simbolismo en que los uniformes del colegio son un antecedente claro d ellos uniformes militares. En lo que se puede ver también como una reflexión sobre como podemos errar imponiendo aspiraciones en los menores que chocan con nuestra propia hipocresía, y ello en consonancia con los sacrificios que los adultos deben hacer por sus retoños. Y ello agradeciéndose en su devenir que no se abuse del melodramatismo, todo discurriendo de modo sereno, pero siendo de hondura a la vez, para desembocar en un final sugestivo por su mensaje.
Siendo una encantadora y sugerente reflexión sobre el mundo de la niñez en paralelismo con el de los adultos, con situaciones que el director hábilmente asimila para veamos lo parecido de los dos mundos. Un acercamiento a la vida familiar, a la clase media (algo muy de Ozu), a la educación, a la iniciación, ello en confrontación con la vida de los mayores, llena de anhelos y frustraciones, donde hay cabida para tratar el clasismo, las jerarquías, y la demagogia entre adultos. Todo esto visto desde la perspectiva infantil, los ojos ingenuos e inocentes frente a la realidad. Ello en un mantra muy de Ozu, como es el choque generacional, donde el humor está salpicado: como esas muertes fingidas, ese soborno al cervecero, esos niños falsificando las notas, o esa fenomenal transición en que los bostezos de los niños en clase se funden con los de los empleados de la oficina, como Taro limpiando el suelo antes de hacerse el muerto para no ensuciar su ropa nueva, o el pequeño de la pandilla llevando un cartel en la espalda advirtiendo que no se le debe dar nada de comer por estar enfermo, el niño que se jacta de que su padre es ‘el más importante’ por ser capaz de quitarse los dientes, las muecas del pequeño Keiji burlándose de sus rivales, o el running-gag con los huevos de codorniz como especie de espinacas para Popeye.
Estos niños son una delicia en su naturalidad y frescura (excelente casting, sobre todo el de los hermanos protagónicos, con una expresividad fascinante, emitiendo gran ternura) que emiten espontaneidad, chicos traviesos, cabezotas, temerosos, manipuladores, curiosos, egoístas, lo que se llaman niños normales en periodo de aprendizaje de la vida. Niños que desprenden dulzura, cuando se juntan con una pandilla recuerdan indefectiblemente a los de la serie de cortos cómicos ‘Our Gang’ creados por el genio del humor Hal Roach, y que arrancaron en 1922, donde el slapstick está en su metraje dosificado.
Ozu muestra ya de elementos se convertirán en leitmotiv de su cine, como la cámara baja, llamados ‘Tatami shot’ (en consonancia con la mirada en este caso de los niños), tomas de transición llamadas ‘Tomas Muertas’, el constante paso de trenes y los planos de ropa tendida al sol, como vemos en el plano de Yoshii realizando sus ejercicios matutinos antes de afrontar una nueva jornada de trabajo, las tomas fijas coronadas por suaves travellings. Aunuqe se nota aún en fase de asentarse en su estilo, pues no hay la obsesión por las tomas simétricas, se nota menos dogmatismo en este sentido, primando un dinamismo que no tuvo su posterior filmografía (sobre todo la de post-guerra).
La familia Yoshi se acaba de mudar a los suburbios de Tokio, cerca de donde se aloja el jefe directo del padre Kennosuke (excelente Tatsuo Saitō), Iwasaki (Takeshi Sakamoto). Se supone que los dos hijos pequeños de Kennosuke, Keiji y Ryoichi (Tomio Aoki y Hideo Sugawara), irán a la escuela, pero debido a las amenazas de un grupo de matones del vecindario y de la escuela, deciden faltar a clases, esta sub trama viene a ser una alegoría del darwinismo social, de como hay que escalar en la escala social mediante el ingenio, donde predomina las jerarquías en clara similitud con los mayores; Después de que el maestro habla con su padre, Keiji y Ryoichi no tienen más remedio que ir a la escuela. Intentan comer huevos de gorrión para fortalecerse para poder vengarse de los niños, pero un repartidor de cerveza, Kozou (Shoichi Kofujita). Uno de los niños del vecindario es Taro (Seiichi Kato), cuyo padre es Iwasaki, jefe de Kennosuke.
Todo esto desarrollado con fluidez, en base en viñetas que destilan simpatía, donde la cámara juega con elementos visuales a modo de expresión emocional (sustituyendo en parte al diálogo), las miradas, los gestos, las manos, los huevos de codorniz, etc. Con ese claro simbolismo en que los uniformes del colegio son un antecedente claro d ellos uniformes militares. En lo que se puede ver también como una reflexión sobre como podemos errar imponiendo aspiraciones en los menores que chocan con nuestra propia hipocresía, y ello en consonancia con los sacrificios que los adultos deben hacer por sus retoños. Y ello agradeciéndose en su devenir que no se abuse del melodramatismo, todo discurriendo de modo sereno, pero siendo de hondura a la vez, para desembocar en un final sugestivo por su mensaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Muy divertido cuando los hermanos sobornan al repartidor de cerveza con que su madre comprará, y entonces el muchacho se pone de su parte cual Primo de Zumosol, amenazando a los que les acosan, excepto intimidar a Taro, pues les dice a los hermanos “es un buen cliente. Su familia (el patriarca de la misma es el jefe del padre d ellos hermanos) compra mucho más cerveza que la vuestra”.
Rush final: Cuando los hermanos se creen ya asentados como líderes de la pandilla. Pero entonces visitan la casa de Taro, donde empleados de la oficina se han reunido con su jefe Iwasaki, quien proyecta películas caseras para diversión de los reunidos. Los dos hermanos presencian durante la proyección cómo su padre (para ellos un referente serio y rígido), hace de bufón ante sus compañeros y su jefe. Humillados, se van a casa y deciden que su padre no es una persona tan importante como a ellos les había hecho creer este. Se enfrentan a su padre preguntándole por qué tiene que humillarse con el padre de Taro. Kennosuke responde que el padre de Taro es más rico y ocupa una posición más alta que él. Insatisfechos con esta respuesta, los dos deciden hacer huelga de hambre (también la hay en la revisión de 1959 del film, aunque en este caso por no comprar los padres una tv). Ante el modo de enfrentarlo (“Nos dices que nos convirtamos en alguien, pero tú no eres nadie. Por qué tienes que inclinarte ante el padre de Taro?... Tú no eres importante! No eres nadie! No eres nada!”), el padre le da una azotaina, poniéndole en evidencia ante la madre Haha (buena Mitsuko Yoshikawa).
Pero después de que los niños se han ido a la cama, el padre le confía a la esposa que no le gusta hacer lo que hace (“Sé cómo se sienten. Es un problema con el que tendrán que vivir siempre”). Ambos desean un futuro mejor para sus hijos. Al día siguiente, los niños intentan una huelga de hambre durante el desayuno, pero sucumben a un plato de onigiri. Kennosuke logra una reconciliación con ellos. El menor le dice a su padre que le gustaría de mayor ser coronel, el padre le cuestiona sobre porque no General, y este responde de modo seco, por que General será su hermano mayor. Tras una elipsis, de camino a la escuela, ven al padre de Taro en un coche, Kennosuke pasa de él (claramente por lo ocurrido el día anterior con sus hijos), estos lo ven y le piden vaya a saludarlo (han entendido las jerarquías y los sacrificios que hay que hacer en esta vida). Mientras Kennosuke toma un cómodo viaje en auto al trabajo, los hermanos caminan a la escuela con Taro y el resto de la pandilla.
La película original carece de banda sonora propia, lo cual se debe a la costumbre japonesa de contar con un bushido en las diferentes salas donde se proyectaba una película. Este personaje se dedicaba a narrar y leer los intertítulos, así como a improvisar algún que otro diálogo de la obra; Ozu luego rehizo libremente la película como Good Morning (1959), aunque esta primigenia me ha gustado más que la posterior.
Me queda una gran muestra de cine naturalista y costumbrista, divertido y a la vez haciéndote pensar (y eso nunca está de más). Fuerza y honor!!!
Rush final: Cuando los hermanos se creen ya asentados como líderes de la pandilla. Pero entonces visitan la casa de Taro, donde empleados de la oficina se han reunido con su jefe Iwasaki, quien proyecta películas caseras para diversión de los reunidos. Los dos hermanos presencian durante la proyección cómo su padre (para ellos un referente serio y rígido), hace de bufón ante sus compañeros y su jefe. Humillados, se van a casa y deciden que su padre no es una persona tan importante como a ellos les había hecho creer este. Se enfrentan a su padre preguntándole por qué tiene que humillarse con el padre de Taro. Kennosuke responde que el padre de Taro es más rico y ocupa una posición más alta que él. Insatisfechos con esta respuesta, los dos deciden hacer huelga de hambre (también la hay en la revisión de 1959 del film, aunque en este caso por no comprar los padres una tv). Ante el modo de enfrentarlo (“Nos dices que nos convirtamos en alguien, pero tú no eres nadie. Por qué tienes que inclinarte ante el padre de Taro?... Tú no eres importante! No eres nadie! No eres nada!”), el padre le da una azotaina, poniéndole en evidencia ante la madre Haha (buena Mitsuko Yoshikawa).
Pero después de que los niños se han ido a la cama, el padre le confía a la esposa que no le gusta hacer lo que hace (“Sé cómo se sienten. Es un problema con el que tendrán que vivir siempre”). Ambos desean un futuro mejor para sus hijos. Al día siguiente, los niños intentan una huelga de hambre durante el desayuno, pero sucumben a un plato de onigiri. Kennosuke logra una reconciliación con ellos. El menor le dice a su padre que le gustaría de mayor ser coronel, el padre le cuestiona sobre porque no General, y este responde de modo seco, por que General será su hermano mayor. Tras una elipsis, de camino a la escuela, ven al padre de Taro en un coche, Kennosuke pasa de él (claramente por lo ocurrido el día anterior con sus hijos), estos lo ven y le piden vaya a saludarlo (han entendido las jerarquías y los sacrificios que hay que hacer en esta vida). Mientras Kennosuke toma un cómodo viaje en auto al trabajo, los hermanos caminan a la escuela con Taro y el resto de la pandilla.
La película original carece de banda sonora propia, lo cual se debe a la costumbre japonesa de contar con un bushido en las diferentes salas donde se proyectaba una película. Este personaje se dedicaba a narrar y leer los intertítulos, así como a improvisar algún que otro diálogo de la obra; Ozu luego rehizo libremente la película como Good Morning (1959), aunque esta primigenia me ha gustado más que la posterior.
Me queda una gran muestra de cine naturalista y costumbrista, divertido y a la vez haciéndote pensar (y eso nunca está de más). Fuerza y honor!!!