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Voto de TOM REGAN:
8
6,8
10.158
Comedia. Drama
Después de un día de audiciones a actrices para la obra que va a presentar, Thomas se lamenta de la mediocridad de las candidatas; ninguna tiene la talla necesaria para el papel principal. En ese momento llega Vanda, un torbellino de energía que encarna todo lo que Thomas detesta: es vulgar, atolondrada y no retrocedería ante nada para obtener el papel. Pero cuando Thomas la deja probar suerte, queda perplejo y cautivado por la ... [+]
4 de abril de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
61/21(31/03/17) Notable y perturbadora obra realizada por el maestro franco-polaco Roman Polanski, que demuestra a sus 80 años sigue tan moderno como siempre, con una sibarita mordacidad indaga en las obsesiones y parafílias sexuales en un marco tan parco (un teatro vacío) como deliciosamente manejado donde con solo dos (excelentes) protagonistas construye un relato sugestivo de principio a fin, donde realidad y ficción se confunden en un maravilloso juego de espejos, que deriva en cuasi-realismo mágico. El guión del propio director junto al dramaturgo David Ives, basándose en la obra teatral homónima del segundo, que a su vez se inspira libremente en la novela (también homónima, “Venus im pelz”, 1870) del austriaco Leopold von Sacher-Masoch, el libro más famoso de su inconclusa saga “El legado de Caín”, saga que cuenta con en seis libros, seis historias diferentes con temáticas como el amor, la propiedad, el estado, la guerra, el trabajo y la muerte, sólo completó dos de los seis libros (el amor y la propiedad), dejando de los otros cuatro meros esbozos. “La Venus de las Pieles” es la quinta entrega, tomando la temática del amor, la historia de Severin von Kusiemski y Wanda von Dunajew, amantes pasajeros que experimentan los límites y trasgresiones de las relaciones humanas, centrándose la historia en un amor desmedido y desbordante que roza la humillación de la condición humana, Severin, presa de un impulso animal innato, manifiesta adoración extrema por las pieles y las degradaciones, asociando el amor con la sumisión y la entrega absoluta a otro, más que compañero, pasa a ser amo y señor de la existencia de su amante. Wanda vestida con pieles, tentada por las proposiciones hechas por Severin y en principio ciega por la atracción hacia el mismo, acepta convertirse en la tirana más cruel, con tal de que su amado experimente el placer más extremo que haya conocido, llegando a firmar un contrato como esclavo e incluso con la incorporación de un tercer amante. Se convirtió al mismo tiempo en un escándalo y en un éxito en Francia por sus descripciones del tipo de apetencias y deseos que han inmortalizado el apellido de este autor ('masoquismo'). En 1869 Leopold y Fanny firmaron un contrato que convertía al primero en esclavo de la segunda durante un período de seis meses (confundiéndose en su obra realidad y fantasía), con la condición de que Pistor se vistiera con pieles en tantas ocasiones como pudiera, y especialmente si se sentía tendiente a ser cruel. Sacher-Masoch, tomando el alias de Gregor (nombre estereotípico de los sirvientes masculinos) se hizo pasar por el sirviente de su amante y juntos viajaron hasta Venecia (Florencia en el libro) viajando él en tercera clase y ella en primera. En Venecia, donde no eran conocidos podían hacer lo que quisieran sin ser observado y juzgados por sus conocidos. El libro se convirtió en un clásico de la literatura y sirvió de influencia para acuñar el término que le daría el nombre a la práctica del “sadomasoquismo”: por un lado, el sadismo es la obtención de placer al realizar actos de crueldad o dominio y por el otro, el masoquismo (de Masoch) es la obtención de placer al ser víctima de actos de crueldad o dominio. Fue el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing quien en su “Psychopathia Sexualis” (1886) unió definitivamente el nombre de Sacher-Masoch al del Marqués de Sade, asociándolo a una perversión sexual a la que denominó con el neologismo médico-psiquiátrico sadomasoquismo, haciendo su fama perdurable más allá de su literatura. Polanski se muestra juguetón realizando un estimulante ejercicio meta-literario, meta-cinematográfico, e incluso de meta-ficción, en el que el cineasta me da la sensación de que se funde en el personaje de Severin, su alter ego (Mathieu Amalric) Thomas/Severin, al que incluso su apariencia (peinado, maquillaje, gestualidad,...) es similar a él, y para acentuar esta impresión la mujer de la función es la pareja en su pareja en la vida real (Emmanuelle Seigner, en la cuarta colaboración con él), pareciendo que Roman exorciza sus demonios internos a través de un relato de perversiones, dominaciones, fetichismo, sometimientos, humillaciones, y más depravaciones. El realizador especialista en producciones con claro sesgo teatral, con un escenario reducido y pocos personajes, como ya hizo en su anterior film “Un Dios salvaje” (2011), o otras obras anteriores (“La muerte y la doncella” o “Lunas de hiel”), que como en una especie de versión freudiana de sí mismo, al serle reducido su ámbito de movimiento (por su problemas con la justicia USA) a Francia, decide reflejarlo en parte de su filmografía, lo hace en este caso con una intensidad dramática incisiva, con un manejo sugerente del reducido espacio, con unos diálogos penetrantes y vibrantes (y epicúreos en sus referencias culturales) en un increscendo de tensión electrizante,
Film intrigante e inquietante desde su inicio, con una tensa música de clavicordio de fondo nos acercamos en visión de la cámara mientras llueve atravesando un parque de árboles sin hojas (con sonido de traqueteo de tacones), no hay gente, la cámara vira hacia un teatro solitario, y hay un rayo con su poderoso trueno, quizás alegoría de que algo místico se acerca, la visión se acerca y las puertas se abren una tras otra hasta llegar al anfiteatro.
El relato entreteje de modo mordaz un estimulante juego de poderes donde se mezclan la dominación (el martillo), la sumisión (el yunque), y con ello (platónicamente) el sado y el masoquismo, el feminismo y el machismo, la misoginia, el amor enfermizo, ello en un gradual duelo (sofisticado) psicológico, donde los roles se intercambian de modo fluido aturdiendo e imantando al espectador, hasta desembocar en un final imprevisible y a la vez inteligentemente desconcertante.
Film intrigante e inquietante desde su inicio, con una tensa música de clavicordio de fondo nos acercamos en visión de la cámara mientras llueve atravesando un parque de árboles sin hojas (con sonido de traqueteo de tacones), no hay gente, la cámara vira hacia un teatro solitario, y hay un rayo con su poderoso trueno, quizás alegoría de que algo místico se acerca, la visión se acerca y las puertas se abren una tras otra hasta llegar al anfiteatro.
El relato entreteje de modo mordaz un estimulante juego de poderes donde se mezclan la dominación (el martillo), la sumisión (el yunque), y con ello (platónicamente) el sado y el masoquismo, el feminismo y el machismo, la misoginia, el amor enfermizo, ello en un gradual duelo (sofisticado) psicológico, donde los roles se intercambian de modo fluido aturdiendo e imantando al espectador, hasta desembocar en un final imprevisible y a la vez inteligentemente desconcertante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Todo en un ejercicio de estilo en que la interpretación y lo real se confunden en miscelánea turbadora, donde no se sabe donde acaba la actuación dentro de la actuación y empieza lo auténtico y viceversa, donde los personajes de la obra terminan por devorar a la persona (¿?), envuelta la narración en un perverso metalenguaje cual muñecas matrioskas, con réplicas y contrarréplicas majestuoso en su poder de cautivar, subyugándote en su mórbido juego de dominaciones, ello con diálogos jugosos, divertidos, alusivos, cultos, paródicos, irónicos, reflexivos, etc. Deriva en un tour de forcé actoral, un excitante duelo interpretativo, con seducciones, lujuria, sometimiento, lascivia, donde sobresalen los deseos reprimidos, las frustraciones sexuales.
De la historia remanece una incipiente crítica a los autores (artísticos de todo tipo) que se confunden y mimetizan con sus creaciones, sobre las obsesiones que estos vierten en sus obras, de cómo estos se llegan a posicionar en un pedestal desde donde intentan ser dominantes, manipulador, de cómo es su (complicada) relación con la inspiración, de cómo sus creaciones pueden terminar por poseerlo, traspasarlo, mimetizarlo, haciendo difícil discernir la difusa línea entre fabulación y autobiografía.
Emmanuelle Seigner demuestra a sus nada aparentes 47 años un descaro, frescura, vitalidad, belleza, sensualidad, impresionante, posee un magnetismo animal con la cámara, con una simbiosis tremebunda con el personaje, desdoblándose con él de modo memorable, en una arco de desarrollo glorioso, de la ruda y basta, a una culta y seductora mantis que va seduciendo con un vigor apabullante al co-protagonista, auscultando de modo punzante en las debilidades de este, con un lenguaje gestual y corporal arrollador en su dominio de la escena, manteniendo una química con Amalric portentosa, Magna actuación. Mathieu Amalric (alter ego de Polanski) mantiene un duelo sublime con Seigner, haciendo cautivador sus choques, enfrentamientos, diálogos, seducciones, ello con una expresividad sutil, con una mirada cristalina que deja entrever su fragilidad y debilidades, excelente.
La puesta ene escena en su minimalismo resulta prodigiosa en saber sacar el máximo partido dramático a la narración, con una notable dirección artística de Bruno Via (“Un profeta”), rodando en parís, para el exterior del teatro es el Théâtre Hébertot, y para el interior el Théâtre Récamier, esto realzado por la fenomenal fotografía de Pawel Edelman (“El pianista”), con un prólogo y epílogo vibrante, con un juego de luces y sombras electrizantes, moviéndose por la platea con fluidez, con largas secuencias sin cortes, con expresivos primeros planos, una alarde de labor al servicio del relato. Sumándose la fantástica partitura del galo Alexandre Desplat (“El Gran Hotel Budapest”), con sonidos y melodías nada intrusivas, con un manejo emotivo del clavicordio.
Spoiler:
Severin dice la frase de Goethe , "... ya sea yunque o martillo" ... Para Severin, el hombre no tiene posibilidad de elegir entre el esclavo y el rol de tirano; Acaba con una cita, misógina del Libro de Judith, 16, Cap. VII “Dios le castigó (al hombre) poniéndole en manos de una mujer”; El final resulta apoteósico en su ambigüedad, Vanda amarra a Thomas en un gran cactus de atrezo (de la obra “la diligencia”), en lo que es una alegoría clara del hombre atado a su virilidad (su pene), desaparece de la escena Vanda, queda en solitario y casia oscuras el autor, y de pronto aparece Vanda, o ya no es Vanda? Desnuda y ataviada únicamente con unas pieles realiza ante Thomas una seductora danza ante Thomas, entonces se siembra la duda de si es Vanda o una deidad (Venus) enviada por los Dioses para castigar la vanidad del autor que juega revivir al Marqués de Sade, excelso tramo.
Recomendable a todos los que gusten de ejercicios de estilo frescos que exploran las debilidades humanas con saña y cinismo, a lo que se suman dos actuaciones estelares. Fuerza y honor!!!
De la historia remanece una incipiente crítica a los autores (artísticos de todo tipo) que se confunden y mimetizan con sus creaciones, sobre las obsesiones que estos vierten en sus obras, de cómo estos se llegan a posicionar en un pedestal desde donde intentan ser dominantes, manipulador, de cómo es su (complicada) relación con la inspiración, de cómo sus creaciones pueden terminar por poseerlo, traspasarlo, mimetizarlo, haciendo difícil discernir la difusa línea entre fabulación y autobiografía.
Emmanuelle Seigner demuestra a sus nada aparentes 47 años un descaro, frescura, vitalidad, belleza, sensualidad, impresionante, posee un magnetismo animal con la cámara, con una simbiosis tremebunda con el personaje, desdoblándose con él de modo memorable, en una arco de desarrollo glorioso, de la ruda y basta, a una culta y seductora mantis que va seduciendo con un vigor apabullante al co-protagonista, auscultando de modo punzante en las debilidades de este, con un lenguaje gestual y corporal arrollador en su dominio de la escena, manteniendo una química con Amalric portentosa, Magna actuación. Mathieu Amalric (alter ego de Polanski) mantiene un duelo sublime con Seigner, haciendo cautivador sus choques, enfrentamientos, diálogos, seducciones, ello con una expresividad sutil, con una mirada cristalina que deja entrever su fragilidad y debilidades, excelente.
La puesta ene escena en su minimalismo resulta prodigiosa en saber sacar el máximo partido dramático a la narración, con una notable dirección artística de Bruno Via (“Un profeta”), rodando en parís, para el exterior del teatro es el Théâtre Hébertot, y para el interior el Théâtre Récamier, esto realzado por la fenomenal fotografía de Pawel Edelman (“El pianista”), con un prólogo y epílogo vibrante, con un juego de luces y sombras electrizantes, moviéndose por la platea con fluidez, con largas secuencias sin cortes, con expresivos primeros planos, una alarde de labor al servicio del relato. Sumándose la fantástica partitura del galo Alexandre Desplat (“El Gran Hotel Budapest”), con sonidos y melodías nada intrusivas, con un manejo emotivo del clavicordio.
Spoiler:
Severin dice la frase de Goethe , "... ya sea yunque o martillo" ... Para Severin, el hombre no tiene posibilidad de elegir entre el esclavo y el rol de tirano; Acaba con una cita, misógina del Libro de Judith, 16, Cap. VII “Dios le castigó (al hombre) poniéndole en manos de una mujer”; El final resulta apoteósico en su ambigüedad, Vanda amarra a Thomas en un gran cactus de atrezo (de la obra “la diligencia”), en lo que es una alegoría clara del hombre atado a su virilidad (su pene), desaparece de la escena Vanda, queda en solitario y casia oscuras el autor, y de pronto aparece Vanda, o ya no es Vanda? Desnuda y ataviada únicamente con unas pieles realiza ante Thomas una seductora danza ante Thomas, entonces se siembra la duda de si es Vanda o una deidad (Venus) enviada por los Dioses para castigar la vanidad del autor que juega revivir al Marqués de Sade, excelso tramo.
Recomendable a todos los que gusten de ejercicios de estilo frescos que exploran las debilidades humanas con saña y cinismo, a lo que se suman dos actuaciones estelares. Fuerza y honor!!!