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Voto de TOM REGAN:
8
7,2
4.123
Drama
En Stockton, ciudad de California, un veterano púgil en decadencia (Stacy Keach), que sobrevive trabajando como jornalero agrícola, conoce a un muchacho que quiere ser boxeador (Jeff Bridges) y se lo recomienda a su antiguo mánager, otro perdedor. "Fat City" es una expresión de la jerga boxística que quiere decir "Paraíso en la Tierra". (FILMAFFINITY)
13 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
44/09(07/02/21) Notable drama dirigido por un gran John Huston, que con unos pocos mimbres, compone una fulgente oda a los perdedores, esos que tanto gustaba de retratar el director de “El tesoro de Sierra Madre”, deconstruyendo con mordacidad el reverso oscuro del Sueño Americano, adaptando la novela de boxeo homónima de 1969 de Leonard Gardner, quien también escribió el guión, donde el telón de fondo del boxeo (como en muchas películas del subgénero) es una metáfora de como los marginados intentan salir a flote a puñetazos de sus miserias, es la válvula de escape de la pobreza de muchos desamparados, aquí reflejado despojado de cualquier tipo de glamur o mitificación. Mundo pugilístico que tan bien conocía Huston, que peleó 25 combates profesionales durante su juventud. Un lienzo crudo y áspero de los derrotados por la vida, aquí protagonizada por dos extraordinarios Stacy Keach y Jeff Bridges, donde el realizador impregna cada fotograma de desesperanza, con ese retrato deprimente de esta ciudad cualquiera (Stockton-California), la vestimenta, las desoladas apariencias de los personajes, y todo ello sabiendo la dirección dotar de dignidad a cada rol, siendo epítome de esto uno que no llega a decir una palabra como es Lucero (Sixto Rodríguez), un boxeador mexicano, sublime el modo hierático de rodar sus escenas.
Un relato con un desarrollo sereno, sin un hilo narrativo claro, con muchas elipsis manejadas de forma excepcional, mostrando a modo de viñetas de la vida der estos fracasados que buscan esperanza entre la basura que es su existencia, seres tratados por Huston sin sentimentalismos pero con mucha melancolía. Donde además de los protagonistas destacan los secundarios Susan Tyrrell, como una viscosa alcohólica problemática, que por su fabulosa actuación fue nominada al Oscar a Mejor Secundaria (perdió ante la Eileen Heckart en “Butterflies Are Free”), Nicholas Colasanto (eterno barman de la serie de humor “Cheers”) como el manager boxístico optimista por naturaleza, y un escalón más abajo Candy Clark, como la novia manipuladora del advenedizo joven Ernie (Bridges)
Posee un fascinante comienzo que pone las marcas de lo que será la cinta, bajo los acordes del tema country de Kris Kristofferson “Help me make it through” la cámara se pasea durante los créditos iniciales por una ciudad aciaga, con aceras llenas de mendigos, con muchos pesarosos ancianos, borrachos, desempleados, hasta que llegamos a un grasiento apartamento , allí tirado en la cama vestido está el protagonista Billy Tully (Stacy Keach), se lleva un cigarrillo a la boca, pero no encuentra fuego para él, mira por la ventana con una mirada perdida. Sale del piso para cruzar está apenada ciudad, lo vemos en un gimnasio entrenar boxeo. Allí se fija en un joven que practica, Ernie (Jeff Bridges), y entabla charla con él, este le dice, “Le vi una vez boxear”, Billy le responde, “Ah sí, y gané?”, y le espeta, “No”. La historia se abre en dos subtramas siguiendo por un lado a Billy en su adusta vida (trabajando en el campo de jornalero, con una turbia relación con una alcohólica mujer, y sus intentos de volver a ser boxeador profesional). Y por otro lado seguiremos a Ernie (su relación con su novia virgen, sus pinitos en el cuadrilátero).
Incisiva radiografía de seres abocados a la nada y que buscan salir a flote de la mierda en la que conviven, un reverso adusto del Sueño Americano o de la American Way of Life, aquí todo es deprimente, seco, agreste, desesperanzado, nos moveremos por gimnasios asquerosos, por combates desglamurizados. Enfrentamientos cargados de aspereza, realistas, aquí no hay épica alguna, son perdedores contra perdedores peleando en medio de la nada por unos asquerosos pocos dólares. La ilusión es mucha y la realidad cruda, ejemplo es Ernie Munger en su primer combate profesional que se compra una bata blanca deportiva con cuello liso dorado, al que se manager Ruben (Nicholas Colasanto), comenta a su mujer sobre su nuevo pupilo: “Tengo un nuevo chaval que promete. Buena planta, buen juego de piernas... y es blanco, sabes?”, y su combate de debut dura 33 segundos antes de besar la lona por K.O. y su pantalón ensangrentado sirve para el siguiente combatiente.
Es un sendero que alterna amarguras con decepciones, y donde las alegrías son pocas y efímeras, donde reina el alcoholismo y la frustración. Donde hay cenas precocinadas, con filetes quemados con guarnición de latas de guisantes, y kétchup en cascada. Es una elegía de los desheredados, donde dos entrenadores de boxeo veteranos comentan sobre sus taras físicas de antaño, donde los púgiles mean sangre antes de un combate, donde un tipo con mordaz humor negro cuenta la historia de cómo el vino fue su perdición, donde las peleas acaban y el ganador no sabe quién tiene la victoria. Donde una chica virgen embauca a su novio con palabras arteras en una sutil manipulación.
Stacy Keach como el ajado Billy Tully borda su rol con un vigor y carisma exultantes, en lo que fue probablemente su mejor papel en cine, en su rostro se desprende dolor que se aguanta, angustia, pero a la vez un tipo que trasluce orgullo y dignidad incluso borracho, además de ser excelente físicamente durante el combate climático con Lucero; Jeff Bridges en uno de sus primeros roles en cine demuestra gran expresividad, desprendiendo inocencia dando réplica a Keach, papel donde es un alma cándida manipulada por todos, un Don Nadie que no aspira a mucho, pero se casa por una novia artera y combate porque le empujan; Susan Tyrrell está sublime como la borrachuza Oma, una actuación deslumbrante de una desabrida e irritante mujer, sucia, vulgar, a medio vestir, rebosa un conmovedor patetismo, es un volcán irascible, en un momento dado grita sobre el declive de la raza blanca (ella tiene una pareja negra, Earl): "Comenzó a ir cuesta abajo en 1492 cuando Colón descubrió la sífilis”: Tipo con el que presume que la noche la violó por amor (¿?);... (sigo en spoiler)
Un relato con un desarrollo sereno, sin un hilo narrativo claro, con muchas elipsis manejadas de forma excepcional, mostrando a modo de viñetas de la vida der estos fracasados que buscan esperanza entre la basura que es su existencia, seres tratados por Huston sin sentimentalismos pero con mucha melancolía. Donde además de los protagonistas destacan los secundarios Susan Tyrrell, como una viscosa alcohólica problemática, que por su fabulosa actuación fue nominada al Oscar a Mejor Secundaria (perdió ante la Eileen Heckart en “Butterflies Are Free”), Nicholas Colasanto (eterno barman de la serie de humor “Cheers”) como el manager boxístico optimista por naturaleza, y un escalón más abajo Candy Clark, como la novia manipuladora del advenedizo joven Ernie (Bridges)
Posee un fascinante comienzo que pone las marcas de lo que será la cinta, bajo los acordes del tema country de Kris Kristofferson “Help me make it through” la cámara se pasea durante los créditos iniciales por una ciudad aciaga, con aceras llenas de mendigos, con muchos pesarosos ancianos, borrachos, desempleados, hasta que llegamos a un grasiento apartamento , allí tirado en la cama vestido está el protagonista Billy Tully (Stacy Keach), se lleva un cigarrillo a la boca, pero no encuentra fuego para él, mira por la ventana con una mirada perdida. Sale del piso para cruzar está apenada ciudad, lo vemos en un gimnasio entrenar boxeo. Allí se fija en un joven que practica, Ernie (Jeff Bridges), y entabla charla con él, este le dice, “Le vi una vez boxear”, Billy le responde, “Ah sí, y gané?”, y le espeta, “No”. La historia se abre en dos subtramas siguiendo por un lado a Billy en su adusta vida (trabajando en el campo de jornalero, con una turbia relación con una alcohólica mujer, y sus intentos de volver a ser boxeador profesional). Y por otro lado seguiremos a Ernie (su relación con su novia virgen, sus pinitos en el cuadrilátero).
Incisiva radiografía de seres abocados a la nada y que buscan salir a flote de la mierda en la que conviven, un reverso adusto del Sueño Americano o de la American Way of Life, aquí todo es deprimente, seco, agreste, desesperanzado, nos moveremos por gimnasios asquerosos, por combates desglamurizados. Enfrentamientos cargados de aspereza, realistas, aquí no hay épica alguna, son perdedores contra perdedores peleando en medio de la nada por unos asquerosos pocos dólares. La ilusión es mucha y la realidad cruda, ejemplo es Ernie Munger en su primer combate profesional que se compra una bata blanca deportiva con cuello liso dorado, al que se manager Ruben (Nicholas Colasanto), comenta a su mujer sobre su nuevo pupilo: “Tengo un nuevo chaval que promete. Buena planta, buen juego de piernas... y es blanco, sabes?”, y su combate de debut dura 33 segundos antes de besar la lona por K.O. y su pantalón ensangrentado sirve para el siguiente combatiente.
Es un sendero que alterna amarguras con decepciones, y donde las alegrías son pocas y efímeras, donde reina el alcoholismo y la frustración. Donde hay cenas precocinadas, con filetes quemados con guarnición de latas de guisantes, y kétchup en cascada. Es una elegía de los desheredados, donde dos entrenadores de boxeo veteranos comentan sobre sus taras físicas de antaño, donde los púgiles mean sangre antes de un combate, donde un tipo con mordaz humor negro cuenta la historia de cómo el vino fue su perdición, donde las peleas acaban y el ganador no sabe quién tiene la victoria. Donde una chica virgen embauca a su novio con palabras arteras en una sutil manipulación.
Stacy Keach como el ajado Billy Tully borda su rol con un vigor y carisma exultantes, en lo que fue probablemente su mejor papel en cine, en su rostro se desprende dolor que se aguanta, angustia, pero a la vez un tipo que trasluce orgullo y dignidad incluso borracho, además de ser excelente físicamente durante el combate climático con Lucero; Jeff Bridges en uno de sus primeros roles en cine demuestra gran expresividad, desprendiendo inocencia dando réplica a Keach, papel donde es un alma cándida manipulada por todos, un Don Nadie que no aspira a mucho, pero se casa por una novia artera y combate porque le empujan; Susan Tyrrell está sublime como la borrachuza Oma, una actuación deslumbrante de una desabrida e irritante mujer, sucia, vulgar, a medio vestir, rebosa un conmovedor patetismo, es un volcán irascible, en un momento dado grita sobre el declive de la raza blanca (ella tiene una pareja negra, Earl): "Comenzó a ir cuesta abajo en 1492 cuando Colón descubrió la sífilis”: Tipo con el que presume que la noche la violó por amor (¿?);... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... Al entrenador Ruben le da vida un gran Nicholas Colasanto, tipo optimista por naturaleza que cree ver un diamante en bruto en cualquiera, tiene una enternecedora charla de bar con otro entrenador (Babe al que da vida un buen Art Aragon) disertando sobre las secuelas físicas de sus años de púgiles, “La primera vez que escupí sangre pensé que todo se acababa”, “Y tu nariz? Puedes respirar?” responde el otro, “No en días húmedos”; Curtis Cokes como Earl en una escena dejka impronta de actor grande, me refiero al último encuentro con Billy en la puerta del apartamento, charla rebosante de nobleza entre los dos losers; Candy Clark como Faye, la novia de Ernie, no tiene muchas apariciones, pero las aprovecha para mostrarse sutil como maestra de marionetas con Ernie, al que suavemente poniéndose en plan víctima lo lleva por donde quiere, trémulo su rostro y expresión cuando acaba de ser ‘desflorada’ y responde sin pasión alguna a la pregunta de si está satisfecha; Pero hay un personaje que sin una sola palabra y gracias al modo de filmarlo puede ser el epítome de la película, me refiero a Sixto Rodríguez (nada que ver con el misterioso protagonista cantante del documental oscarizado “Searching for Sugar Man”), da vida al boxeador mexicano Lucero, oímos que es un ‘pegador’, lo vemos llegar en solitario en bus a Stockton, lo vemos en solitario en su habitación de motel, como se levanta de la cama para orinar sangre, lo vemos pelear como si no hubiera mañana y se le da un final antológica (spoiler). Por cierto, Sixto era boxeador en la vida real.
La puesta en escena resulta fabulosa en su primordial función de proyectar un estado de ánimo, desde el punzante de Richard Sylbert (“Rosemary’s baby” o “Chinatown”), llevándonos a escenarios tristones, sórdidos, deprimentes, sus mugrientos bares, sus feistas apartamentos, los tristes gimnasios, los rudos campos de trabajo; Todo esto ensalzado por la fascinante cinematografía del gran Conrad L. Hall tri-oscarizado (“Dos hombres y un destino”, “American Beauty” o “Camino a la perdición”), creando en sus tonalidades híper lumínicas de un sol permanente, impregnando de un halo de sudor permanente, el sudor se nos pega a la piel paseándonos por lugares sucios, humeantes, polvorientos, grasientos, transmitiendo desolación y melancolía.
Spoiler:
“Todo lo que un hombre necesita es una mujer con un buen trabajo” (Billy Tully)
"El ayer está muerto y ya pasó y el mañana aún no se ve. Es triste estar solo. Ayúdame a pasar la noche" (Billy Tully)
Lucero tras una pelea a cara de perro, desgarradora, donde los golpes duelen, los huesos quiebran, las cejas revientan, al final Billy vence a Lucero, pero no hay gloria en el triunfo, ni siquiera es consciente de haber ganado. Tully va a felicitar al perdedor. Vemos que en la puerta de salida del pabellón todos saludan al vencedor, entonces todos salen afuera, pero la cámara se mantiene fija en el pasillo ya sin nadie, y aparece Lucero con su traje y con su bolsa de viaje, caminado con elegancia, solo, y tras él se van apagando las luces, y sale del lugar, maravilloso modo de exponer al perdedor orgulloso; Pero aún Huston nos tiene deparado que el vencedor es un miserable, cuando el manager le reparte las ganancias y son 100 pestilentes dólares.
Esta la escena del final, con Billy en la noche borracho implorando a un remiso Ernie al que ha encontrado por casualidad que le acompañe tomando una copa, “Quédate un poco. Habla conmigo”. Billy en el bar mira a los clientes sentaos a las mesas, la imagen se congela, a modo del cerebro de Tully, termina de modo seco.
Penetrante radiografía de la dignidad del perdedor. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2021/02/fat-city.html
La puesta en escena resulta fabulosa en su primordial función de proyectar un estado de ánimo, desde el punzante de Richard Sylbert (“Rosemary’s baby” o “Chinatown”), llevándonos a escenarios tristones, sórdidos, deprimentes, sus mugrientos bares, sus feistas apartamentos, los tristes gimnasios, los rudos campos de trabajo; Todo esto ensalzado por la fascinante cinematografía del gran Conrad L. Hall tri-oscarizado (“Dos hombres y un destino”, “American Beauty” o “Camino a la perdición”), creando en sus tonalidades híper lumínicas de un sol permanente, impregnando de un halo de sudor permanente, el sudor se nos pega a la piel paseándonos por lugares sucios, humeantes, polvorientos, grasientos, transmitiendo desolación y melancolía.
Spoiler:
“Todo lo que un hombre necesita es una mujer con un buen trabajo” (Billy Tully)
"El ayer está muerto y ya pasó y el mañana aún no se ve. Es triste estar solo. Ayúdame a pasar la noche" (Billy Tully)
Lucero tras una pelea a cara de perro, desgarradora, donde los golpes duelen, los huesos quiebran, las cejas revientan, al final Billy vence a Lucero, pero no hay gloria en el triunfo, ni siquiera es consciente de haber ganado. Tully va a felicitar al perdedor. Vemos que en la puerta de salida del pabellón todos saludan al vencedor, entonces todos salen afuera, pero la cámara se mantiene fija en el pasillo ya sin nadie, y aparece Lucero con su traje y con su bolsa de viaje, caminado con elegancia, solo, y tras él se van apagando las luces, y sale del lugar, maravilloso modo de exponer al perdedor orgulloso; Pero aún Huston nos tiene deparado que el vencedor es un miserable, cuando el manager le reparte las ganancias y son 100 pestilentes dólares.
Esta la escena del final, con Billy en la noche borracho implorando a un remiso Ernie al que ha encontrado por casualidad que le acompañe tomando una copa, “Quédate un poco. Habla conmigo”. Billy en el bar mira a los clientes sentaos a las mesas, la imagen se congela, a modo del cerebro de Tully, termina de modo seco.
Penetrante radiografía de la dignidad del perdedor. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2021/02/fat-city.html